lunes, julio 03, 2006

Compañeros de viaje

Una vez hice un relato en el que aparecía la Torre Picasso. En rigor, la culpa no era mía, era de Laura, pero bueno, eso no lo entendió Eduardo Vilas y empezó a echar pestes. Nunca he conocido a nadie tan bueno a la hora de echar pestes. Creo que le tienen de jefe de algo ahora. Vale para jefe, sin duda, es el típico tío que sabe cómo llegar.

El caso es que decido que Barthelme me acompañe a mis varios recados mañaneros por Madrid, pero Barthelme es un compañero de viaje horroroso, desconcertante, esquivo, tan inquietante que ni siquiera inquieta, que uno acaba pensando: "mejor lo leo en casa porque no me estoy enterando de nada" y luego resulta que en casa tampoco y no sabe si está ante un genio o ante cualquier cosa menos un genio y supongo que para poder crear esas dudas hay, cuando menos, que tener mucho talento y cierto valor.

Hay otros mundos pero están en este y tienen muchas plantas, pongamos que más de 42, porque yo llegué hasta ahí pero había más números y pasar un nuevo casting -carne con ojos, pequeña Sofía- y preguntas del tipo "¿qué recuerdas de tu primera experiencia amorosa?" y todo tan distinto a "Smonka" que a uno le entra cierta nostalgia. Tarjetas de entrada, DNI´s, seguridad exagerada, ascensores que marean, redactoras estresadas con sonrisa de agradar y gesto de "¿cuánto queda para poder salir a fumar un cigarro?".

La Torre Picasso se merece un relato, sin duda, pero es verdad que no era el mío y en eso Edu tenía razón.

Luego, expectativas de notas y lecturas y bancos que recuerdan a noches y Barthelme que sigue hablando de lo suyo. Un hombre que no escucha. Así que, definitivamente, cierro el libro malhumorado, como si fuera un portazo y enciendo el iPod y procuro empezar por La Mala Rodríguez y despierto a Inés Thiebaut, convencido de que algún día la frase "despierto a Inés Thiebaut" causará admiración.

Crecí envuelto en el fenómeno fan, decía otro proyecto de estrella.