domingo, agosto 06, 2006

Nostalgia ochentera

Agosto se presta a pocas emociones fuertes. Apagón informativo, lo llaman desde algunos ámbitos. Ayer, visitando Ávila, hablaba con Gure sobre la necesidad de ese silencio mediático. Puedo estar de acuerdo, no tanto en que sea el Gobierno el que lo pida. Hasta donde yo sé, en un estado de derecho, el ejecutivo no tiene como competencia decirle a la prensa lo que puede y no puede publicar.

Para eso está Cuba, tan de moda últimamente.

Las palabras de la vicepresidenta han sido muy bien acogidas también por "El País", desde luego, y con su parte de razón. Lo malo de las hemerotecas y el tiempo libre es que uno se pone a releer en plena nostalgia ochentera los anuarios del periódico de 1983, 1986... y encuentra artículos de Juan Luis Cebrián, director entonces de la Institución, criticando los intentos de censura de Felipe González, precisamente en torno a la lucha antiterrorista de los tiempos de los GAL.

Los tiempos han cambiado, desde luego: las peticiones de censura se convierten en declaraciones de autocensura y las mejores firmas huyen a otros medios. Aún así, la hemeroteca de "El País" durante años sigue siendo una referencia imprescindible.

Como imprescindible es, en tiempos de memoria histórica, el libro de Rafael Borrás Beltriu, editor de Planeta, Plaza y Janés, Alfaguara, Ariel... y lo que le echaran por delante. Lo que destaca de las memorias de Borrás no son sus opiniones -en ocasiones, discutibles, pero sinceras: marcadas siempre por un izquierdismo republicano de influencia POUM- sino su preocupación principal: el respeto por las opiniones ajenas.

Borrás publicó libros a Areílza, Fraga, Miguel Primo de Rivera, Vizcaíno Casas, Ángel Palomino, Ricardo de la Cierva, media familia Franco... en una editorial dominada por Lara, no precisamente un revolucionario. Gracias a él y a su capacidad de escuchar a unos y a otros, tenemos documentos sobre la Guerra Civil, el franquisimo y el primer juancarlismo que hace un poco ridículo el empeño en seguir revisando y revisando y revisando.

Aterroriza pensar en el momento en que Borrás y todos sus publicados -anarquistas, socialistas, comunistas, monárquicos, franquistas de base, falangistas, demócratacristianos...- hayan muerto y nadie tenga interés en reeditar sus libros. Entonces, toda la memoria quedará en manos del Congreso de los Diputados, cuyo interés en la verdad se ha mostrado nulo como poco desde que yo tengo uso de razón.

De momento, para aprender sin odios, sin fanatismos, con un rencor comprensible pero no exagerado, atendiendo a "las razones de los otros" como el propio Borràs reconoce, lo mejor seguirá siendo acudir a las fuentes. Hasta que se sequen.