jueves, abril 26, 2007

El mundo, de nuevo

Arreglaron las escaleras de Avenida de América que unen la línea 4 con la línea 6. En el metro todo el mundo lleva un periódico gratuito. El titular de ayer hablaba sobre mi post del martes. Los rumanos se apiñan en los andenes y forman grupos vociferantes, a veces, pasado Diego de León se ven espacios libres en los vagones y aprovecho para leer: hace dos semanas, Imre Kertesz, la semana pasada, Lara Moreno. Ahora, Jaime Gil de Biedma.

Son cinco paradas y unos diez minutos. Cada estación aumenta la angustia del trabajador que llega a su oficina. Working class hero.

La salida correcta sigue tapiada. Por la otra, los que salimos y entramos nos cruzamos de puerta. Ellos entran por la que tienen prohibida, nosotros utilizamos las dos de entrada. Llueve. Hace algo de frío, aunque sólo a ratos, cuando llega el viento. Los pasos de cebra se llenan de carreras -siempre hay algo inquietante en un paso de cebra-, en la esquina de la Avenida del Mediterráneo hay un quiosco de chucherías muy viejo y un pastor ortodoxo pidiendo dinero, con su gorro y todo.

La publicidad pre-electoral se mezcla como se mezclan las razas, los sexos, los olores, las nostalgias... El PP, por una vez, ha sido inteligente: presume de lo que le critican. El alcalde y la presidenta aparecen montados en grúas. El PSOE coloca carteras llenas de dinero para reflejar las diferencias de clase. Ellos son la clase elegida, por supuesto. El estigma de la Play Station rota.

Los chicos corren como locos para alcanzar sus autobuses a Rivas, autobuses verdes que no esperan, que interrumpen el paso de los coches impacientes, que prolongan la eternidad de la mañana lluviosa en Madrid. Me mojo. Nunca llevo paraguas. Es una forma de vida como otra cualquiera. Camino lentamente, contando los minutos (las 09,28, las 09,29...) hasta el portal en cuestión y empiezo a percibir el olor que me acompañará durante ocho horas.

El olor del mundo fuera de mi habitación, mi ordenador, mi blog, mis relatos, mis críticas, mis entrevistas, mi televisor, mis libros... El mundo, en definitiva. El mundo, de nuevo.