martes, enero 08, 2008

Corazón coraza


La importancia subjetiva de Mario Benedetti empieza en una película. Es una película argentina, "El lado oscuro del corazón" y aparte de sus poemas aparece su cara de viejo derrotado, apoyado en la mesa de un burdel recitándole a una puta sus versos en alemán: "Weil ich dich habe, und nicht habe... Weil ich, an dich denke...".

Empieza en "Táctica y estrategia" en los labios de Darío Grandinetti, camino siempre de Montevideo y Buenos Aires. Yo, atrapado por la pedantería poética y estética de la muerte y el artista y las mujeres que vuelan. Una tarde en Cuenca, una noche en Madrid. T.

La importancia subjetiva de Benedetti sigue en varias antologías poéticas, versos que se escriben en servilletas y se entregan a adolescentes. Encuentros fugaces por un barrio que compartimos. Los dos en la droguería, yo con una colonia en la mano, él con una bolsa llena de papel higiénico. Su casa de la calle Nieremberg, la mía de la calle Ramos Carrión.

Por entonces, Benedetti oscilaba -como Grandinetti- entre Montevideo y Prosperidad. Entre el Río de la Plata iluminado por el crepúsculo y un VIPS recién abierto, esquina de Clara del Rey y Santa Rita en el que habla tranquilamente mientras toma café y Laura y yo nos preguntamos si acercarnos a decirle algo o no. Todo con tal de no molestar.

La importancia subjetiva de Benedetti, a lo que se ve, es enorme. Como personaje y como persona. Como adolescencia y juventud. Algo menos en la madurez, hay que reconocerlo.

Su importancia objetiva está aún por resolverse. Candidato al Nobel varios años, candidato al Príncipe de Asturias, candidato eterno, exiliado pertinaz, prosista aceptable, poeta excelso. Benedetti está ahora en la UCI de un hospital de Montevideo y los médicos dicen que "el riesgo vital va disminuyendo" y esa es una excelente noticia.

Tiene 87 años y una afección gástrica.

Desde hace mucho tiempo, ya no pisa mi barrio. El que era mi barrio. El barrio de mi abuela. Yo, por si acaso, no quiero aplazar los elogios ni los homenajes. No quiero llegar -aquí, también- demasiado tarde.