miércoles, marzo 19, 2008

Mis almuerzos con gente inquietante

Conocí a Guadalupe cuando era g. Cuando era sólo g. en la firma de un comentario con un link a un vídeo de Youtube. En el vídeo, mi tío junto a Luis Ramiro, cantando "No me importa nada". Luego g. se convirtió en un nombre entero, y el verbo se hizo carne en el Búho Real, el pasado domingo, durante el concierto de Emite Poqito.

Guadalupe es una periodista argentina que vive en Lima y que está colaborando en mil proyectos. Por eso quería hablar conmigo, porque a mí me gusta colaborar en mil proyectos y no parar y si me pagan por ello, pues mucho mejor. Así que quedamos en el Café Central, buscamos una mesa cómoda y empezamos a hablar.

Guadalupe y yo tenemos un problema, al hablar. Mi problema es que hablo muy bajo y atropellado. Susurro, casi. Y la gente no me oye y no me entiende. El problema de Guadalupe es que habla muy rápido y con acento argentino, y le pasan cosas como que pida una "servesa" y le traigan un "expresso" y ella ponga una cara divertidísima y el camarero tenga que volver a llevarse el café y traer la caña.

Sus proyectos me gustan. Me llenan de orgullo, de hecho. Un posible blog en la versión digital de Etiqueta Negra, la prestigiosa revista sudamericana. Un blog sobre la noche madrileña, miel sobre hojuelas... Aparte de eso, una recomendación para periodistas modernos y free-lance: www.soitu.com . Durante una hora o por ahí me convierte en el hombre más feliz del mundo: asegura haber leído a Vila-Matas decir que lee el blog de Guillermo Ortiz. Luego, la gravedad se impone: se trata de Guillermo Urbizu (ex-compañero de periódico y buen amigo, por entonces).

Tiene prisa, la acompaño a Huertas y quedamos en vernos antes de que se vaya, una vez que esté aquí ya su marido, que dirigió clarin.com durante varios años.

Al día siguiente, Víctor Alfaro me despierta con un mensaje, postponiendo nuestra cita para comer media hora más tarde. Me parece bien. A las dos y media estoy en Radio Sol XXI. Vamos camino al Malaspina, porque a Víctor le he hecho fan del Malaspina, como a tantos otros y pedimos huevos estrellados y pollo con patatas y hablamos de política -a Víctor le encanta hablar de política conmigo, precisamente porque sabe que no vamos a estar de acuerdo-, y de música, y de periodismo y de gente mala y miserable, porque la hay.

Hablamos de conciertos, de entrevistas, vamos al antiguo Café del Prado, donde estuve por última vez con Laura Cuello, que, por arte de magia, se hace presente en forma de llamada: Fallas en Valencia y ella con un inicio de bronquitis o una mononucleosis o vete a saber el qué, pero hacemos los planes que podemos, planes como fotografiar a luchadores de Pressing Catch el 10 de abril en la Plaza de Toros de Valencia y ella parece drogada -"estoy como drogada", dice- y yo la cuelgo, algo melancólico y vuelvo a entrar y Víctor dice que me tiene algo de envidia porque salgo todo el rato y yo le vengo a decir que a veces es mejor no saber qué hay detrás del truco y quedarse sólo en la magia y punto.

Así que también nos despedimos, él hacia la Plaza de Santa Ana, yo, por la calle Echegaray, y cuando llego a casa me encuentro con algo tan bonito como esto.