martes, mayo 20, 2008

Festival Dunas (IV)

Santiago de Lucas y yo, a la salida del auditorio municipal mientras una brisa me congela los brazos y me empieza a doler la garganta. Hablamos sobre la realidad y sus distintos planos. "Los problemas dependen del horizonte", le digo. "Fíjate aquí, en medio de ningún lado, con todas esas montañas al fondo y en medio extensiones enteras de nada, ¿cómo puedes tener un problema? ¿cómo puedes darle importancia a un problema? Es insignificante. Todo. Sin embargo, en Madrid, los problemas rebotan contra las paredes del Metro, contra las calles estrechas, contra las paredes de las habitaciones. Es imposible deshacerse de ellos...".

Santi coincide. Estamos serios, por un momento. El primer momento en todo el día. Hablamos de sanación y de David Testal. Se interesa por mi trabajo. Es el problema: yo conozco el trabajo de todos ellos pero casi nadie conoce el mío. Santiago fue uno de los creadores de "La Hora Chanante", principalmente junto a Joaquín Reyes. Ahora ya no trabajan juntos, aunque su última colaboración, un cortometraje llamado "La Gran Revelación", se hinchó a ganar premios y le ha hecho estar aquí de Jurado.

Venimos de hacernos fotos y grabar vídeos con Laura Cuello, los tres esperando que acabe el pase de ganadores que la organización ha preparado especialmente para los chiquillos que les gusta esto del cine. Venimos de meternos en una especie de carpa enorme en la que hemos bailado, nos hemos abrazado, hemos gritado y hemos hablado con réver. Venimos de hacer mil chistes sobre Testimonios y de recordar cada capítulo de "La Hora Chanante". Venimos de ver vídeos de cantantes y orquestas en Youtube, aprovechando el Wi-Fi del hotel.

Es normal que Santi, Laura y yo compartamos cierto entusiasmo y cierta visión de la vida. Laura es más soñadora, quizás, más imaginativa. Nosotros somos más absurdos y payasos, aunque de vez en cuando hablemos de David Hume y su teoría del "yo" como "haz de percepciones". "Cuando pienso en estas cosas y me empiezo a preocupar, para no volverme loco, aviso a mis amigos y nos ponemos a jugar al bridge", dijo el escocés y a Santi le parece que eso es lo que hay que hacer siempre: jugar al bridge, o a lo que sea.

Es la Clausura del Festival. El punto y aparte. Miguel está encantado y sonriente, como siempre. Ha habido un pequeño problema con los vuelos: Laura, Santi y Patricia Álvarez, la actriz protagonista de "Rutina" se han quedado en tierra. ¿Es eso un problema? Miren el horizonte y el anochecer. Miren las montañas silueteadas en ceniza a lo lejos. ¿Es eso un problema, de verdad? Santi quiere ir a ver OVNIs. Sergio, de la asociación "En escena", colaboradora del Festival, dice que una vez vio uno y se quedó acojonado. Normal.

Es esa clase de isla, lo he dicho ya mil veces. Por favor, lean desde el principio, un poco más abajo. Si los extraterrestres vinieran a Fuerteventura, les pondrían una piscina enorme, un jacuzzi y les dejarían estar, como si nada.

Ha habido un momento sublime por la mañana, pese al amago de resaca. Paseábamos por una playa de arena blanca finísima y el sol nos quemaba la nariz y los brazos. Nuestra vida era un exceso de felicidad, guiados por Esteban Varadé -director y productor del escalofriante "Debajo de sus faldas", documental sobre la ablación en África- rumbo a un pescado o un buen filete. Lluís, Esther, Roger y Agost ya se habían ido, pero ahí estábamos Eliazar, Miguel Ángel, Arturo, Antonio, Esteban, Sara y yo.

Acabamos comiendo en la "Cofradía de los pescadores" y se nos unió Isabel de Ocampo poco después. Hablamos sobre cine e hilos musicales. Le expliqué a Sara el argumento de "La surfista", pero no pareció muy convencida. Comparamos los 80 con los 90. Arturo prefiere los 80, Sara prefiere los 90, a mí me gustan los dos. El puerto se abre hacia el espigón y a lo lejos se ve Lanzarote como un recuerdo de hace casi 20 años.

Después paseamos la digestión hacia el Auditorio. Estábamos eufóricos. Yo estaba eufórico, al menos, inventando nuevos cortos con Daniel Bruhl jugando al tenis. Sara estaba cansada y triste. Nos perdimos. Empezamos a andar sin sentido y nos perdimos. Vimos un campo de mini-golf, un parque acuático, varias urbanizaciones, un par de hoteles, un centro comercial, una torre enorme que prometía algo, no sabemos el qué, pero no vimos el Auditorio. Vimos incluso la carpa en la que dos o tres horas después -el tiempo aquí sí que es tremendamente relativo, como el espacio- Laura, Santi y yo bailaríamos claqué sobre el polvo.