martes, julio 22, 2008

Los posos del café


Me entusiasman las creaciones "alternativas" o "independientes" o como las quieran llamar. La gente que es capaz de dedicar horas y días y meses a proyectos que sabe que no le van a procurar ningún beneficio económico, apenas profesional. Sólo por el placer de hacerlo. Por contar algo.

Por eso, salí del pase de ayer de "Los posos del café" en la excelente sala "La Grada" con un cierto sabor agridulce. Me explico: creo que todos los actores están muy bien. Por supuesto, María José Moreno está muy bien, en sus tres personajes, tremendamente adorable y frágil y vulnerable, como cuando te tomas un café con ella. El resto supera con solvencia todas las dificultades que el texto y la puesta en escena les presentan. La obra no es aburrida. No es demasiado original -un bar hace de punto de reunión redentora para un grupo de distintas personas en apuros, eso ya lo habíamos visto antes- pero funciona bien. La estructura es buena y atractiva. La historia es interesante. Las historias, quiero decir.

El problema son los problemas. Los problemas que citaba antes: la puesta en escena y el texto. Y es una lástima porque creo que lo realmente complicado es conseguir una buena idea o al menos una idea aceptable, trabajar para desarrollarla y conseguir un buen elenco de actores que den vida al proyecto. Eso es muy difícil. Una vez conseguido eso, sólo hay que cuidar un par de cosas: que la música, por ejemplo, no despiste. El teatro no es cine y desde luego no es cine malo, ese cine en el que cada frase importante va acompañada de una nota grave de piano.

Otra época, lo siento.

Y los adjetivos, de nuevo. La gente tiene graves problemas con los adjetivos, cuando son lo más fácil de obviar del mundo. En "Los posos del café" es milagroso que los actores sean capaces de aportar normalidad a un texto exagerado, inútilmente rebuscado, lleno de palabras increíbles y con dos adjetivos por sustantivo. Con lo difícil que es crear y lo fácil que es borrar.

Comoquiera que la obra se va a representar sólo dos veces más, de momento (28 y 29 de julio, misma sala, 21.00 horas), sugiero una pausa para darle una vuelta al texto, boli en mano para tachar todos los excesos. Los excesos distraen. Cuando un montón de adultos jóvenes se reúnen en un bar para hablar de sus problemas no pueden utilizar la palabra "lacerante" siete veces. Vamos, por poder, pueden, pero afecta la credibilidad de la actuación y del personaje y de la obra.

Lo sugiero porque merece la pena. Porque el resto está perfecto. En el terreno personal, me parece que Ajito ha pegado un salto adelante tremendo desde "Caballito del diablo" y desde luego la calidad del montaje no tiene nada que ver. Este es un montaje serio, trabajado, de calidad, con un reparto eficaz y un par de intuiciones prodigiosas.

Quítenle unos cincuenta adjetivos y pongan una música menos obvia y tendrán más motivos para sentirse orgullosos.