viernes, agosto 01, 2008

El cambio sobre el cambio

Un periódico siente la necesidad de modernizarse. Considera que "modernizarse" es parte de su forma de ser, algo que le distingue de su competencia arcaica y conservadora. Si no va a marcar tendencias, porque las tendencias se marcan a otras edades, al menos va a intentar seguirlas.

Por eso, decide encargar a unos redactores o a un escritor de 25-30 años (probablemente más) el ficticio diario de un adolescente de 18 que acaba de suspender la selectividad y está de vacaciones. Es un tipo rebelde, pero no violento, sólo irónico, su lenguaje es soez y tiene que escribir mal, pero no mal como escriben los adolescentes de 18 años que suspenden la selectividad -no ya que la suspenden sino que directamente se presentan "por si suena la flauta"- sino mal como podría tolerar un lector del periódico sin volverse directamente loco.

Es decir, un ejercicio estético.

Al redactor, redactores, escritor o escritores le piden que utilice un lenguaje fresco, incluso escandaloso, que sea rompedor y que intente dar una visión de la juventud más transgresora, la que poco a poco se está yendo a "Público" en vez de seguir comprando el periódico que dirigen. Algo pueril y efectista. Hay que demostrar a los chavales que el periódico puede ser su opción natural, que lo que es bueno para los padres también es bueno para los hijos, por muy rebeldes que estos sean.

Pero como el redactor (redactores, etc) no tiene 18 años sino 25-30, quizás más -quizás, incluso, sea uno de los habituales novelistas en nómina- en vez de recurrir a los giros del lenguaje, la expresión y las necesidades de los chicos de esta edad, recurre a los que estaban de moda hace 10-15 años cuando él/ellos tenían esa edad. Y le sale, poco más o menos, un personaje de Mañas.

"Épater les bourgeois", le han dado como consigna. Y el escribiente, los escribientes, no pueden sino preguntar: "¿y quiénes son exactamente les bourgeois?"

A lo que el periódico contesta, inmediatamente, sin faltarle parte de razón: "Nosotros".