Hace tiempo tuve una amiga a la que quería de verdad y le explicaba aquello de que en determinadas situaciones hay que empatar los partidos y si ni siquiera los puedes empatar, intenta perderlos 1-0, 2-1, pero no te lances a por todas a la desesperada y sin opciones porque nunca se sabe qué liga va a decidirse en el goal-average y en la vida incluso los partidos de vuelta tienen partido de vuelta.
Mi amiga, aunque lo intentaba, no entendía nada, claro, pero yo sigo pensando lo mismo: a todos nos gustaría ganar siempre. Es el daño que hacen el cine, la televisión y el montaje en general, que sólo nos rescatan las tomas en los que a los protagonistas les pasa algo decisivo y determinante, todo el tiempo intermedio -el del tedio, el torpor, la angustia, el "¿qué hago?", el "llamo o no llamo", el "¿estoy seguro de lo que estoy haciendo?"- no aparece. Esta es una cultura de resultados. Que se lo digan a Capello.
Así que, bueno, cuando ese resultado no vaya a ser bueno, cuando sabemos -porque lo sabemos- que el resultado no va a ser bueno y que en determinada situación no tenemos nada que ganar, por lo menos vamos a intentar no perder nada tampoco, o lo menos posible. Minimizar daños. Uno no puede llevarse ningún título empatando todos los partidos pero pretender acabar la temporada invicto es un absurdo total.
Porque el fin de semana siguiente -o quién sabe, en cinco minutos- hay otro partido.
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