jueves, noviembre 27, 2008

Patricio Barandiaran en el Búho Real



Todas las referencias de Patricio habían sido lejanas. Luis Ramiro dijo de él que era uno de los mejores cuando le entrevisté hace un año. Kika y Blanca eran grandes fans suyas. Yo lo conocí en el Toni 2 y lo he tenido que ver unas diez veces en distintos conciertos. En la distancia, parece un tipo extraño, un dandy, siempre bien vestido, siempre bien peinado, elegante, guapo, sonriente, con un sentido del humor inteligente...

Como sacado de una novela victoriana. Un tipo que llama la atención.

En directo, es más o menos lo mismo: inclasificable. Sé que suena a tópico pero es que no tengo nada claro lo que contar. Puedo describir algunas de las sensaciones, poco más: de entrada, el Búho empezó vacío y acabó lleno. El concierto empezó casi a las 22,30. Cuando cogió el micrófono y se puso a cantar -Mario Raya y Chiloé de acompañantes- no entendí nada de lo que estaba pasando: aquel tipo altísimo y engominado, con un chaleco de cuello y puños blancos, pantalones algo caídos, pero a perfecto juego, que más que cantar, tarareaba, y cuyas letras eran insospechables: apenas alguna rima.

Chocante, de verdad.

Luego, ves algunas cosas que invitan al optimismo. Por ejemplo, Carlos Jean se quedó a todo el concierto y no suele hacerlo. Suele ir, ver y volverse. Aquí no. Sentado en la primera mesa se lo pasó como un niño pequeño, aplaudió y sonrió. Luego, el público. Un público extraño, igual que el propio Patricio. Entregado, en cualquier caso, pero con amplios contrastes: mucha elegancia también, mucho pijerío en una palabra... Resultó bastante molesto que no pararan de hablar, como si no fueran a oír música sino a otra cosa.

Y es que las canciones... Bueno, no sé. Patricio tiene un aire pop indie estilo La Casa Azul o algo así. La Costa Brava más bien, diría. Aquello de "Me gustas" y tal. Por otro lado, hay un toque Quique González evidente en la composición y numerosas referencias a Nueva York por todos lados. Da la sensación de que todo es improvisado y genial. O que pretende serlo. O todo lo contrario, que no lo pretende en absoluto y por eso lo parece. Indefinible.

Empieza como un tipo que desafina al micrófono, como uno de sus amigos de madrugada del Toni 2, de repente se pone al piano y lo borda y acaba guitarra al hombro tocando con soltura, como viniendo a decir: "Y aún hay más cosas que sé hacer, pero no necesito demostrároslas todas a la vez".

No sé si me gusta Patricio o no, igual que no sé si me gusta el Toni o no. Sé que es distinto. Sé que iría a verle antes que ver a mucha otra gente que sé lo que me van a dar. Aquí, no. Aquí cada canción realmente era una incógnita, y a veces uno piensa si no es todo una pose y el tipo está de coña. Que creo que algo de pose ochentera hay, sin duda.

El tipo de al lado mío en la barra decía "es original" a una amiga entusiasta. Creo que era una excelente defensa, mejor que decir "no sé de qué cojones va esto", que es la sensación con la que yo salí del Búho, a mitad del segundo bis. Pero a veces merece la pena no saber de qué cojones va algo. La incertidumbre es una forma de esperanza.