viernes, diciembre 12, 2008

Dar las gracias

No soy un tipo demasiado místico, precisamente. No sé cómo decirlo. Siempre he sido muy racional, supongo. Poco instinto y poco dejarse llevar y poca fe en las grandes recetas espirituales. Sin embargo, hay algo que me dijo David Testal, creo, y que luego he leído por otros lados y que me parece realmente importante, tanto como para ponerlo aquí y quedar como un repelente hare-krishna.

Creo sinceramente que hay que aprender a dar las gracias. No voy a caer en tonterías tipo "doy gracias por tener un cáncer porque eso me ayuda a...". No. Si tienes un cáncer no hay nada que agradecer. Hasta ahí no llego. Pero estaremos de acuerdo en que la mayoría de nuestro tiempo pasa en términos medios entre "voy a morir entre horribles dolores" y "voy a ser asquerosamente feliz", y que la mayoría de los consejos, si es que existen, para una vida moderadamente feliz, tiene sentido que se dirijan a esos términos medios.

Efectivamente, no todo te va a ir bien. Es imposible. Renunciemos a ello. Sería incluso aburrido. Aceptemos que las cosas van a ir mal: tendremos dolores, nuestros amigos no nos comprenderán, nos sentiremos solos, nuestra pareja nos abandonará o terminaremos abandonándola... pero conviene pensar entonces en todo lo que sí tenemos. Y dar gracias. Todo el mundo no está ahí todo el rato pero eso no quiere decir que nadie vaya a estar nunca. No hay que pensar en lo que falta.

Yo creo que, en el fondo, todo el mundo debería escribir algo como esto, y perdonen mi falta de humildad.

La insatisfacción es un problema de expectativas, por eso estas generaciones somos las más insatisfechas y las más infelices de la historia. Creemos que nuestras expectativas son ilimitadas. Y no lo son.

Hay que volver a los inicios: pensar en lo que tenemos y admirarnos por ello. Sí, admirarnos. Pensar que somos afortunados por cada cosa. No sentirnos decepcionados. Pedir a cada uno lo que cada uno nos puede dar y sobre todo no esperarlo. No pensar "Debería haber hecho...". Nadie tiene ni idea de lo que debería hacer, mucho menos de lo que debería hacer con respecto a los demás. Ni idea.

Esperar milagros. Eso es algo precioso. Sentir cada novedad como una pequeña bendición que aparece no se sabe de dónde. Y después, dar gracias, aunque tampoco esté muy claro a quién o a qué.