sábado, diciembre 20, 2008

Merodeando ando por la ciudad


B. y yo deambulamos por Barcelona como nunca lo hicimos en Madrid. De una manera insospechada, quizás porque los dos somos mucho más insospechables ahora que antes, fuera cuando fuera, antes. Quedamos en Paseo de Gracia con Diagonal, un clásico, y bajamos hasta medio camino y entonces giramos a la izquierda y luego por Pau Clarís hacia abajo, justo hasta llegar al Borne y en el Borne nos da por ver el mar, pero nos perdemos, y seguimos callejeando, sin ninguna prisa, sin ninguna urgencia, quitándonos y poniéndonos los abrigos.

Es un día formidable y mediterráneo.

El Borne nos lía. Somos incapaces de salir donde debiéramos, así que aplazamos el deber y seguimos, sin parar de hablar, botella de agua en mano como siempre, hacia el Arc de Triomf pero ya a la altura de Ciutadella y damos un rodeo al parque y ya por fin a lo lejos se ven las dos torres del Puerto Olímpico, así que nos dirigimos un poco a tientas y pasamos por el Zoo y acabamos en la Barceloneta, casi pisando la arena, eligiendo un sitio donde tomar más agua o una Coca-Cola y elegimos el IceBarcelona, pero sin hielo, sólo terraza a pie de arena, con suecas en bikini.

Los dos tenemos los ojos rojos. No se confundan. Es la ausencia de sueño. Ella estuvo ayer de cena de máster y yo me fui al concierto de Dani Flaco en Esplugues y luego con el propio Dani y Sandra al Oncle Jack y al Salamandra. Fue una sucesión de anécdotas y risas como sólo la dan los encuentros trimestrales.

Éramos tan felices.

Ojos rojos, en definitiva, y Puerto Olímpico y mi gusto burgués que me hace subirme a un Centro Comercial desde donde se ven los yates -B. quiere yates, yo quiero modelos con las que montar las fiestas- y me meto en un Gino´s, o más bien me quedo en la terraza de un Gino´s viendo el Mediterráneo y comiendo un escalope -sin patatas, no se asusten- y pienso que es complicado ser más feliz: vacaciones, tiempo, sol, mar. Y dan ganas de no volverse nunca, pero es lo que digo siempre, si no volviera a Madrid luego no podría volver a Barcelona.

Y yo Barcelona la quiero como amante, como turista. No quiero compartir sus problemas, sólo sus vistas al mar.

Así que termino el café y me doy otro paseo hasta la parada de un autobús que me deja en la Diagonal, la eterna Diagonal, y subo Vía Augusta, sonriente porque sé que en breve volveré a bajar esa calle, o, más bien, volveré a bajar Gran de Gràcia y luego la Travessera y acabaré en L´Astrolabi una vez más, para ver a Miguel Ángel Bueno, y sé que Dani Flaco estará por ahí y no me importa el hecho de que el móvil esté sin batería y me haya dejado el cargador en casa, porque al fin y al cabo quizás sea lo mejor. Si uno quiere desaparecer, mejor desaparecer del todo.