miércoles, enero 07, 2009

El registro territorial de la propiedad intelectual

Al principio, tenía su encanto. Lo primero que registré fue un artículo con mi madre sobre Loriga, Ellis y Mañas. Año 2000. Calle Santa Engracia. Nos costó una pasta, creo recordar. Luego, decidí que todo pasara por ahí si luego iba a pasar por concursos y editoriales: "Noviembre", en 2001; "Gente rara", en 2004; "Madrid y sus contrastes", en 2005; "A liar to death", en 2006; "Gente Rara II", en 2007; "El bastón del anciano", en 2008, y ahora, cómo no, "La Crisis". Es posible que me deje algo.

Ahora lo veo de otra manera. Lo veo desde los 31 años y la mirada de los que archivan. Lo miro desde el funcionariado, desde sus caras que dicen: "Está bien que lo intentéis pero si valierais algo no haría falta que vinierais vosotros a registrarlo". Pienso en todos los autores que registraron y publicaron sus propias obras. ¿Cuántos realmente buenos había ahí? ¿Acaso no saben esos funcionarios, los que te miran el DNI, rellenan los datos, te pasan las tasas que hay que pagar, que lo más probable es que ese original no llegue a ningún sitio?

Lo saben.

Pero lo respetan, y eso está bien. En el Registro siempre he notado un gran respeto por la creación. Un gran respeto o una gran pena. Conmiseración. No sabría decirlo. Pensé en la frase que daba nombre al disco de Sade, aquella de "Love is stronger than pride" y luego pensé que más adecuado sería decir "Pity is stronger than love".

Cada vez hay menos gente registrando. Es muy probable que no sea necesario. Ya nadie publica, así que nadie plagia. Los que quedamos somos los entusiastas, los que seguimos en la lucha. ¿Cuánto tiempo? Nadie lo sabe. Algún día nos cansaremos y escribiremos para nosotros o no escribiremos. Ellos lo saben y nosotros también y es algo triste, pero es. La realidad. Sea eso lo que sea.