martes, abril 28, 2009

El Barcelona y el Chelsea se perdonan la vida


Disculpen el pesimismo, pero por momentos el Barcelona me recordó al del partido contra el Espanyol: la misma tensión, el mismo acogotamiento, la misma desesperación...

Es cierto que tiró 20 veces a puerta por 3 del contrario. Que tuvo el 66% de la posesión del balón. Que Hleb y Bojan pudieron marcar en los últimos minutos y que Eto´o falló un gol cantado poco antes. También es cierto que no tuvo más problemas en defensa que los que se creó a sí mismo Márquez antes de lesionarse gravemente.

Pero uno no puede evitar tener la sensación de que el Chelsea le perdonó la vida al Barça con su planteamiento ultradefensivo. Su superioridad física en la recta final del partido era inmensa. Un muro que se negaba a avanzar. De haber presionado más arriba, como lo harán en Stanford Bridge, de haber intentado sentenciar ya la eliminatoria, es probable que lo hubieran conseguido: Alves dejó completamente vacía su banda, Malouda hacía lo que quería y Puyol no dio una a derechas.

Incomprensiblemente, Hiddink cambió a Lampard y metió a Belletti. Cuando uno tiene un plan, no deja que nadie se lo estropee.

Por supuesto, el Barcelona fue "mejor" en el sentido futbolístico. Ya lo he dicho: más posesión, más tiros, más oportunidades. El Chelsea fue mejor tácticamente y llevó el partido a su terreno. Hasta las últimas ocasiones del descuento, los de Guardiola apenas crearon peligro real. Se limitaron a chocarse contra unos rivales físicamente muy superiores, que esperaban el agotamiento para contraatacar.

Hubo varios signos inquietantes: de entrada, la desaparición de Messi. No es cuestión de cargar contra el argentino después del año que lleva pero extraña que sus compañeros apenas le buscaran en toda la segunda parte. Ni él lo intentó ni nadie se lo pidió. Si yo tuviera al mejor jugador del mundo en mi equipo, le daría casi todas las bolas. Y si se la quitan, que se la quiten, pero para eso le tengo.

Sin Messi, no hubo Eto´o. Una cosa suele llevar a la otra. Xavi estuvo sobremarcado y sólo Iniesta demostró ser un jugador descomunal, de primera clase, pese a la continua permisividad del árbitro con sus marcadores. Por cierto, ya le gustaría al Barça tener un árbitro así de valiente en Londres. Espero que lo tenga.

La dirección de Guardiola fue extraña. Por ejemplo, la decisión de dejar a Henry en el campo. Después del golpetazo que se llevó, era obvio que el francés no estaba en el partido. Apenas tocó un par de balones -en uno le hicieron un más que posible penalty- pero Pep mantuvo su fe en él. No intervino, no bajó a recibir, dio la sensación de seguir aturdido... pero nadie reaccionó en el banquillo.

En el lado positivo, una vez más, la actuación de Piqué. Es complicado jugar mejor al fútbol siendo defensa central. Cortó todos los balones por alto y por bajo, corrigió los desmanes de Márquez y luego de Puyol, salió con la bola controlada cuando hizo falta, se incorporó al medio campo, supo dar pases perfectos a las bandas... Una demostración de un jugador llamado a ser una auténtica estrella.

Para resumir, es cierto que el Barcelona "perdonó" al Chelsea fallando esos goles del final, pero igualmente es verdad que el Chelsea dio la sensación de jugar con el freno de mano echado, muy confiado de que su superioridad física acabará demoliendo al Barça en Stanford Bridge.

Eso es mucho confiar.

El Barcelona tiene un problema serio, desde luego, pero empatar contra el Chelsea en Londres no es lo más difícil que me pasa por la cabeza. Y un empate le garantiza al menos los penaltis. En siete días, veremos.