miércoles, julio 08, 2009

Expo-ocio 2003


A mí me encantaban las demostraciones de esos cocineros con el micrófono inalámbrico justo en los labios. Huevos batidos, aceite, sal, movimientos, una coreografía perfecta de cocina que nos hacía rondar a todos los curiosos alrededor de los distintos puestos.

Las explicaciones de lo obvio. Era maravilloso.

Ella trabajaba para una empresa de viajes de aventura. No tenía nada que ver con su carrera, pero era un trabajo. Iba a cumplir 23 años y ya pensaba en irse de casa. En su pausa para la comida, cuando yo volvía de mis excursiones por aquel enorme pabellón, viendo todo tipo de propuestas absurdas de ocio y oliendo a pollo asado -recientemente, un estudioso apuntó que en mi literatura nadie cocinaba nunca, pero esa no es la razón de este post-, nos sentábamos en el suelo, junto a una puerta de metal, como dos obreros y nos tomábamos un bocata de los que yo había traído de casa.

Los hacía mi abuela.

A ella le encantaban los de jamón serrano.

Tomábamos bocatas y nos magreábamos cuando nadie miraba. Yo iba a cumplir 26, estaba en la edad, no se escandalicen. Nos magreábamos y luego nos volvíamos cínicos y jugábamos a que en realidad no éramos pareja, que no había ningún tipo de vinculación sentimental entre nosotros, que no íbamos a volver por tercera vez. ¿Cómo íbamos a volver por tercera vez?

No sé si era guapa o no. A mí me parecía muy guapa, con esa cara pequeñita y esa sonrisa preciosa, sus ojos de ratón, su cuerpecito diminuto y su alegría, una alegría a prueba de bombas. A prueba de aspirantes a escritores bohemios dispuestos a bombardearla cada mañana, después de haberla magreado, por supuesto.

Estuve a punto de comprarme una sartén, casi me convencieron. Su jefe nos miraba raro. Me miraba raro a mí, no sabía que pintaba yo en eso. No me pareció grave.

Ella, o lo sabía, o le daba igual no saberlo. Fueron unos meses en los que pareció darnos igual demasiadas cosas. Las justas para seguir adelante. Si te pones a pensar todo el rato en lo que estás haciendo o lo que deberías estar haciendo, te vuelves loco. Fueron unos meses moderadamente felices.

Unos meses, sólo.

Hoy es su cumpleaños. Si la conocen o la ven por ahí, felicítenla de mi parte.