martes, julio 07, 2009

Tres días en Barcelona (II. Sandra, Federer, Roddick y un entrañable filipino)

Aprecien el grado de la encerrona: Sandra y yo estamos comiendo en un restaurante justo al pie de playa. La foto que tienen aquí abajo es la foto que saqué justo desde mi silla:

 
En fin, estamos comiendo, o más bien ya hemos dejado de comer, y no sólo eso sino que Sandra ha pagado la paella - ha tenido un momento absolutamente genial en el que ha preguntado si era Vega o Hache la que trabajaba de escaparatista en Zara, lo que habla pésimamente de mi caótica vida sentimental y mi capacidad para explicarla-, cuando yo le digo: "¿Te importa tomar algo en un bar de las Ramblas donde seguro que echan la final de Wimbledon?" Y ella, extrañada, dice: "Vale", por una mera cuestión de cortesía, supongo, y el nuevo paseo comienza, desde los aledaños del Port Olimpic por todo el paseo de la Barceloneta hasta llegar al Paseo de Colón, Dressanes y el inicio de la Rambla hasta que por fin encontramos el bar que está lleno y que, efectivamente, tiene puesto el Roddick-Federer. En pantalla gigante, con otras cuatro auxiliares.

Encontramos una mesita a lo lejos. Sandra muestra una paciencia infinita. Yo le explico que adoro a Federer, que para mí hay mucha gente admirable en el mundo pero sólo dos genios: Federer y Lichis. Esto ustedes ya lo saben, pero ella no, y le hace gracia y justo en ese momento, con 5-5 en el marcador del primer set, el suizo tiene cuatro bolas de break que se escapan, cada una, por milímetros. La gente suspira y se queja. Son casi todo extranjeros, y la mayoría van con Federer excepto un señor mayor con un polo del Barça y cara de coronel de la guerra de Corea, tipo Gran Torino, y un hombre que Sandra bautiza como "el filipino" y que se convierte en nuestro foco de atención dentro del público.

Roddick gana su servicio. 6-5. En el siguiente juego, rompe a Federer y gana el set, 7-5. Sandra me mira preocupada y empieza poco a poco a entrar en el partido. Intercambio frases de cortesía porque estoy de los nervios. Se lo pueden imaginar perfectamente. Roddick está sirviendo maravillosamente bien en el segundo set, con un 80% de primeros servicios. Se lo explico a mi amiga, para que no se pierda: "Lo normal sería un 60-65% y eso ya estaría bien". Con un 80% de primeros saques a esa velocidad, no hay nada que hacer. Y se llega al tie-break y Roddick se pone 6-2 arriba para inmediatamente derrumbarse, jugar tres segundos servicios seguidos, perder los tres, ser incapaz de restar a Federer y perder 6-8.

¿Cómo van ahora? Preguntan Sandra. "Van empate", digo yo. Y sonrío. El bar entero sonríe también. Incluso el filipino.

El tercer set es de lo más insulso y rápido. Federer juega mucho mejor, más ajustado, más tranquilo, pero Roddick que debería haberse venido abajo después de la pifiada monumental, resiste con una fortaleza mental admirable. El partido es realmente bueno. Muy bueno. Mucho saque y volea, cierto, pero una precisión brutal. "Llevo seis años viéndoles jugar", digo, "y es el mejor partido de Roddick en toda su carrera". Nuevo tie-break y nueva victoria de Federer. Fácil. Dos sets a uno. Sandra sigue con sus dudas: "¿El que gana el siguiente gana el partido?", "No", contesto. "Sólo si gana Federer".

Pero Federer no gana, para jolgorio de Gran Torino y del filipino y de todos los que están ahí -no se ha movido nadie en dos horas- queriendo que siga el espectáculo. Gana Roddick fácil (6-3) y nos vamos al quinto set, como el año pasado. Como hace dos años.

Intento ser objetivo, por una vez. Estoy disfrutando como un enano. Con el partido. Con el ambiente. Con la complicidad de Sandra. Pienso que Roddick se lo merece, joder. Que sería una putada para Roger volver a perder un partido épico y que eso minaría mucho su reputación, pero... él ya ha ganado 14 títulos de Grand Slam y Roddick solo uno y está haciendo un partido inmenso, con una concentración muy por encima de lo habitual.

Con 1-0 a favor de Federer, el suizo tiene dos opciones de break. Roddick las salva con dos primeros servicios perfectos a la T. Aplaudo. Todo el mundo aplaude. Hemos llegado a una especie de acuerdo los cien que estamos viendo el partido: cuando nuestro favorito gana, aplaudimos siempre. Cuando el punto ha sido increíble, gane quien gane, aplaudimos todos.

Y hay motivos para aplaudir. 2-1, 3-2, 4-3, 5-4... Ahí le explico a Sandra, de nuevo: "Roddick nunca se ha visto en esta, ha corrido el doble en el partido, sabe que ha perdido 18 de 20 partidos contra Federer y cada vez que se sienta en la silla tiene que recordarse que, si pierde su saque en el siguiente juego, pierde el partido. Es una carga moral que tiene que acabar pasándole factura". Pero no le pasa. Vaya si no le pasa: 6-5, 7-6, 8-7... Nada. Ni una señal de debilidad.

Con 8-8, Roddick se pone 15-40 sobre el servicio de Federer. Un chico rubio y yo nos miramos angustiados. El filipino grita ya por fin "U-S-A, U-S-A" y celebra. El bar entero sostiene el aliento. Federer hace un ace. Luego un punto de saque. Luego otro primero. Luego, gana el juego. Así de fácil. 9-8. Roddick se sienta en la silla sabiendo que si pierde su saque... ya saben. Pero 10-9, y 11-10, y 12-11, 13-12, 14-13, incluso 15-14, ¿por qué no?

Llevamos una hora y media de quinto set. Tres horas y pico desde que entramos en el bar y yo me pedí una Pepsi y ella un Nestea. No me odia. Me parece increíble. Saca Roddick. El primer punto es para Federer: 0-15, el segundo también 0-30. Roddick hace tres primeros y llega al 40-30. Luego falla. Deuce. Vuelve a fallar, ventaja  Federer. Punto de partido. Después de todo esto, un solo punto tampoco es pedir demasiado, ¿no?



Lo mismo piensa Roddick, exhausto, al que la bola le viene sobre la derecha pero no es capaz ni de medir el golpe ni de controlarlo mínimamente. La bola sale descontrolada y Federer grita, yo grito, el rubio grita. El filipino, pese a todo, aplaude sonriente, Sandra pregunta: "Ya está, ¿no?" Yo choco los cinco con ella y nos vamos.