viernes, agosto 28, 2009

Portland, Oregon (II)


Portland es una ciudad llena de gente rara. Por decir algo. Bajamos del coche en pleno downtown, en uno de esos parkings abiertos en mitad de una calle y todo lo que vemos son tipos con pinta de fumados, despeinados, bolsas de ropa y comida, carritos arrastrados. Una mezcla entre homeless y carne de estación de autobuses. Toman los parques y toman los paseos, resulta complicado pensar que esa es la parte pija y comercial de la ciudad, pero lo es.

O, más bien, es que Portland no tiene parte comercial y pija. Es como Seattle en 1991, cualquiera podría ser el nuevo Kurt Cobain. El resto, hace footing o monta en bici.

Esto no es decir mucho, pero entiendan que es un contraste. La ciudad es enorme, pero no se empeña en crecer en vertical sino en horizontal. Es una ciudad de puentes y no de rascacielos, una ciudad de almacenes y tiendas de discos. Una ciudad con una librería enorme, la mejor de Estados Unidos, al parecer, y que, como era previsible, resulta mi perdición. En apenas cuarenta minutos, compro "Ghosts of Spain", un libro de viajes por España, de Giles Tremlett, "The virgin suicides", de Eugenides, "Blood Meridian", de McCarthy, "A book of common prayer", de Joan Didion, "Less than zero", de Ellis, una biografía de Pete Sampras, un libro sobre el Tour de 2004 que ganó Armstrong, otro sobre el draft de 1984 y cómo cambió la historia de la NBA y por último unas conversaciones de Don de Lillo con un tal Thomas De Pietro.

Ahí queda eso.



Empiezo a leer el libro de viajes y tiene buenos puntos. No parece demasiado tendencioso. Simpatía por la izquierda y el antifranquismo, pero sin homenajes exagerados. Lo leo en un bar moderno y oscuro, bajo la luz de una lámpara, luego espero a Inés, que ha ido a comprar ropa, en la esquina de la 12 con Washington, tierra otra vez de homeless con perros y grunges con porros. Una señora nos pide que llamemos al 911 para que la recojan y la lleven a un sitio que no sabemos qué es pero parece ser una institución mental o algo así.

Cenamos en un sitio que se autodenomina español. No lo es, en absoluto, salvo por la inclusión de las patatas bravas, las aceitunas y la tortilla de patatas en el menú. Es un buen sitio, en cualquier caso. También moderno y oscuro, con una banda tocando en directo temas de cuerda estilo "Bésame mucho" en versión jazz. El debate de hoy es sobre la alineación del Atleti que descendió y determinar exactamente qué año desapareció el Oviedo y quién jugaba allí aparte de Oli y el Chino Losada.

Mañana hemos decidido levantarnos a las 7,30 para llegar a Seattle a tiempo de ver la Supercopa de Europa. Incluso tenemos el bar pensado y buscado por internet.