viernes, enero 29, 2010

Federer llega a su quinta final en Australia


En enero de 2008, a Roger Federer le tocaba jugar las semifinales del Open de Australia ante Novak Djokovic, pujante revelación serbia de apenas 21 años y que ya le había empujado al límite meses antes en la final del US Open. Aquello no fue un partido, fue una masacre: Djokovic pudo con el número uno y todo el mundo anunció el cambio de guardia. Era la primera vez desde Roland Garros 2005 que Federer no llegaba a la final de un Grand Slam y de poco sirvió la excusa de que había jugado con mononucleosis: el suizo perdió contundentemente la final de Roland Garros ante Nadal, volvió a perder ante el propio Nadal en Wimbledon y los aficionados y críticos coincidieron: está en la cuesta abajo de su carrera.

Con 27 años y 13 Grand Slams a sus espaldas.

¿Saben qué ha hecho Federer desde entonces? Seguro que lo saben y si no lo saben seguro que no han leído hasta aquí, pero déjenme que me deleite: ganó el US Open 2008, fue finalista otra vez en Australia 2009 (y sí, lloró de emoción, sí, cébense nadalistas), ganó Roland Garros 2009, ganó Wimbledon 2009 y solo perdió la final del US Open en cinco sets ante un jugador en estado de gracia, Juan Martín del Potro. En medio, se casó y tuvo gemelas. Por supuesto, recuperó el número uno del mundo.

Lo de las gemelas no pasó desapercibido para nadie. Para mí tampoco. Un año más (28) y dos hijas que cuidar. Resultados regulares en Doha y Abu Dhabi. Yo no diría que acabado, pero Federer parecía que estaba a otra cosa. Tras sus talones no solo Nadal, sino Djokovic, Murray, Del Potro y un enrachado Davydenko. ¿Acabaría su racha de 22 semifinales consecutivas en Grand Slam, desde Roland Garros 2004? ¿Quedaría eliminado antes de la final por primera vez desde el citado encuentro ante Djokovic dos años antes?

Pues no. Se cargó a Hewitt en su casa en tres sets, luego a Davydenko con un set en blanco incluido y ahora en semifinales se ha cepillado a Tsonga cediendo solo siete juegos en todo el partido. Jugará ante Andy Murray su vigésimosegunda final de Grand Slam, octava consecutiva: cinco en Australia, cuatro en París, siete en Wimbledon, seis en el US Open. No puedo saber si ganará o no. En principio, el partido debería estar igualado. Lo que me fascina es la resistencia de un jugador que en 2003 ya ganó su primer Wimbledon y siete años después sigue número uno y venciendo a todos sus rivales.

¿Dominará como en los años anteriores? Todo indica que no. Pero si quieren echarlo, va a tener que ser a raquetazos, porque está claro que él no se va. Siete años como número uno con un breve lapso de 45 semanas en medio. Ahí queda eso.