viernes, febrero 26, 2010

An Education

Reseña de la película para la página Notodo.com. Aquí podréis encontrar el artículo original con un montón de foticos que estas propias manos han pasado por el Photoshop :-)


El gusto de los británicos por la nostalgia es exagerado. La nostalgia victoriana, la nostalgia pop o incluso, en este caso, la nostalgia de la insulsa postguerra. Principios de los años 60, colegios privados, chicas con uniforme y canciones francesas. Antes de los Kinks, los Beatles y los Rolling Stones. Si a eso le unimos a Nick Hornby –otro excelente nostálgico- como guionista, el producto tiene que ser como poco interesante. Y desde luego An Education es una película interesante, sobre todo en lo que tiene de reflejo de una época. Una época tediosa, muerta y aburrida, tal y como la define la joven protagonista durante buena parte de la película. Un tiempo sin esperanzas, una calma que parece eterna antes de la tempestad de Liverpool.

En parte, es la historia de una tregua. Una tregua dentro de ese aburrimiento constante y por momentos snob de niña pija con aspiraciones vagas. De repente, la brillante estudiante que va a ir a Oxford descubre a un buscavidas –un buscavidas con clase, recuerden que esto es Inglaterra- rodeado de una elegante panda de amigos de guante blanco y se enamora perdidamente de todo lo que llene el vacío. Incluyendo al buscavidas, claro. El problema de la película son sus dicotomías morales. “La educación” frente a “la diversión” y el inevitable triunfo de una sobre otra. Oxford frente a los hipódromos y los clubes de jazz. Los atardeceres junto al Sena frente a la lluvia gris sobre las afueras de Londres. Puede que no fuera la intención de Hornby ni de Lone Scherfig plantear un dilema moral, una elección. Puede que sólo pretendieran mostrar dos modelos: la educación como sistema y la educación como aprendizaje vital y dejarlo ahí, pero el caso es que cuando las cosas se complican con gravedad británica es difícil encontrar una salida y la película acaba coqueteando con la moralina a base de eventos improbables y a una velocidad extenuante.

La gran actuación de Carey Mulligan –nominada al Oscar con toda justicia- solventa algunos de estos problemas y en cualquier caso siempre tenemos esas gabardinas y ese acento tan inconfundible y la sensación de que ser joven es algo maravilloso. A veces cruel, pero maravilloso. Si nos dejamos llevar, eso debería ser suficiente, y en parte es una película sobre las ventajas (y consecuencias) de dejarse llevar, así que aprovechemos ahora que no mira nadie.