Para mí son los 70 segundos más importantes de la historia del baloncesto y puede que la historia del deporte moderno. Michael Jordan, el mejor jugador de todos los tiempos, con 35 años y en su última temporada, llega al sexto partido contra los Utah Jazz con una ventaja de 3-2 después de que sus Chicago Bulls perdieran la oportunidad de acabar con la serie en casa apenas dos días antes. Si ganan, serán campeones. Si pierden, se la jugarán otra vez en Salt Lake City ante un equipo crecido y casi imparable en su cancha.
El partido lo domina Utah, 83-81, a falta de poco más de un minuto. Stockton falla un triple. El rebote lo coge Jordan, se lanza hacia la otra canasta y fuerza falta. Dos tiros libres dentro: 83-83. La siguiente posesión es para los Jazz. Stockton para Malone, que recibe doble ayuda de Pippen; eso deja solo a Stockton que lanza otro triple y esta vez lo mete: 86-83 y faltan 39 segundos. El público enloquece. Andrés Montes enloquece. Para mí ese partido es la cima de Andrés Montes como narrador. Puede que a muchos les pareciera agobiante, pesado, repetitivo, insulso... pero ese partido necesitaba ese comentarista y ahí estaba él.
La informática a su servicio.
Sacan los Bulls después de tiempo muerto. La jugada es simple: balón a Jordan, que se deshace de dos jugadores y en un escorzo anota ante Antoine Carr. Apenas han transcurrido unos segundos. Jordan lleva 43 puntos. Con 35 años, cinco anillos, seis partidos encima, lleva 43 puntos. 86-85. Stockton vuelve a subir la bola pausadamente. Hagamos lo que sabemos hacer. Se la pasa a Malone al poste bajo, defendido por Dennis Rodman. Jordan, que se acuerda de la anterior jugada -y la anterior, y la anterior...- no sigue el corte de Jeff Hornacek sino que se queda en la zona al acecho. Cuando Malone recibe, como si nada, le pega un manotazo limpio y le quita el balón.
Es un momento electrizante. Quedan 20 segundos exactamente. La última posesión. Montes no puede dejar de repetir: "La ha robado Jordan, la ha robado Jordan, la ha robado Jordan..." como Victor Hugo Morales y su barrilete cósmico del 86. Jordan no va a agotar la posesión: mientras el comentarista sigue repitiendo hipnotizado su nombre se acerca hacia Bryon Russell, le amaga con penetrar por la derecha, se zafa de él con un movimiento de cadera y de mano, haciéndole caer al suelo y se levanta con su suspensión majestuosa. Recuerden que puede ser el último partido de su vida.
Miren las caras de la gente de Utah para que se hagan una idea:
Todos esos aficionados paralizados, los palos de plástico quietos, las manos en la cara...
Por supuesto, el balón entra. 86-87 Bulls a falta de cinco segundos; Antoni Daimiel directamente tiene algo parecido a un orgasmo, cómo culparle. Gime un "ooooh" de admiración que es a la vez de rendición. Un compañero de equipo de Jordan, Steve Kerr, creo, le grita durante el tiempo muerto "You´re fucking amazing". Él se sienta agotado a descansar mientras Phil Jackson intenta inventar algo. La bola, en los seis segundos que quedan va a ir a Stockton y luego a Malone. Si consiguen evitar el pase, entonces se la tirará Stockton y que sea lo que Dios quiera.
No llega a ser así. Stockton ni siquiera mira a Malone. Pide un bloqueo arriba y lanza inmediatamente, aún con dos segundos en el marcador para permitir un rebote en ataque. El tiro es muy precipitado pero está a punto de entrar. No lo hace. Los Bulls ganan la NBA por tercer año consecutivo, sexto en ocho años. La dinastía Jordan. Montes grita: "El sexto anillo, el sexto anillo". Daimiel resume: "Dios volvió a disfrazarse de jugador de baloncesto".
Tres años después, Jordan regresó a las canchas con los Washington Wizards. Estuvo feo. No es que fracasara porque aquel equipo era un desastre y él se movió muy por encima de los 20 puntos por partido pese a tener ya casi 40 años. Pero ese final era glorioso e irrepetible. Era nuestro final y en lo que a mí respecta lo demás directamente no existió. Ahí se acabó la historia.
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