martes, abril 27, 2010

Zahara en el Búho Real


Ser Zahara es agotador. Para ser Zahara hay que valer, en definitiva. En todos los sentidos. De entrada, hay que tener un talento descomunal y una enorme capacidad para hacer canciones sencillas, agradables y cantarlas como los ángeles. Además, hay que tener una simpatía sobre el escenario que transmita esas canciones y haga del concierto un evento especial para todo el mundo, hasta el punto de que las 90 personas del Búho estén casi pegadas a la cantante y la parte de atrás quede completamente vacía, aunque sin visibilidad, claro.

Además, hay que tener el talento de la simpatía, porque la simpatía no se aprende. O se tiene o no. Zahara derrocha simpatía y entusiasmo y es capaz de atender a sus fans durante más tiempo del que se pasa tocando. El concierto empieza a las 10, acaba a las 11,30 y la pobre Z. termina de firmar discos y hacerse fotos a la 1, momento en el que se va al Costello... donde la esperan más fans y vuelve a hacerse fotos y firmar discos.

No hay nada que invite a pensar que se siente forzada a ello. Simplemente, es una muestra de gratitud y la gratitud, por supuesto, es algo bueno, incluso envidiable.

Sin embargo, hay algo ahí que impide la envidia. La cara de agotamiento brutal a las dos y media de la mañana camino de un taxi corriendo a casa. Zahara es ahora mismo una de las mejores cantantes que hay en el escenario pop español. Le encanta la música, es capaz de pasar de lo más comercial a lo más indie, tiene una voz prodigiosa y unas tablas brutales. Sus canciones impresionan y su cercanía desborda. La clase de chica con la que puedes cruzar cinco emails seguidos una mañana tonta de martes y todos los responde incluyendo una sonrisa.

A veces, sin embargo, uno tiene miedo de que no pueda más, que no aguante el ritmo. Que llegue un día en el que tenga que recortar redes sociales y socialización en general. Que siga siendo igual de brillante pero no tenga energía para aguantar los postconciertos sino que se meta directamente en el cuarto de Darío nada más acabar de tocar y espere para salir a que la cosa escampe.

Entonces, yo la querré lo mismo. La valoraré lo mismo, quiero decir. Espero que el resto sepa que eso puede pasar y que la quieran y la valoren igual. Con fotos o sin fotos. Porque es muy buena e incluso necesaria y a veces, ya digo, desde fuera, uno tiene miedo de que acabe queriendo dedicarse a cualquier otra cosa donde nadie espere nada de ella.