martes, junio 08, 2010

Nadal y la lucha por ser el mejor de la historia


Dice Andre Agassi que si Nadal gana el US Open estará a la altura de Federer en la lucha por ser el mejor de la historia. Como he leído las declaraciones en Marca supongo que hay una gran cantidad de texto y contexto perdidos en la traducción. Obviamente, si Nadal quiere aspirar a ser el mejor de todos los tiempos tiene que ganar los cuatro grandes, igual que Federer sabía que tenía que ganar Roland Garros como fuera y el año pasado, a base de esperar su oportunidad, lo consiguió.

Ahora mismo, si Nadal ganara el US Open, consiguiera su octavo Grand Slam y un triunfo al menos en todos los grandes, no sería el mejor de la historia, simplemente sería tan bueno como Agassi.

Hace seis meses, Nadal era un jugador acabado. No es que lo dijera la prensa española, es que los expertos extranjeros lo repetían continuamente. Aquello era una chorrada enorme. Todo el mundo sabe que no voy a subirme ahora al carro de Nadal pero un tío que está lesionado y juega las semifinales de Nueva York no es un tío que está acabado. Simplemente, está en rodaje. La exhibición de este año en tierra batida no tiene parangón: nadie, jamás, había ganado Montecarlo, Roma y Madrid (antes Hamburgo) el mismo año. Además, se lleva Roland Garros sin ceder un solo set y con la sensación de estar jugando a medio gas.

No tengo problema en concederle a Nadal el título a mejor jugador de tierra de la historia. No creo que sea cuestión mía, las cifras están ahí. Y lo que queda. Nadal tendrá lesiones y se perderá torneos importantes. Va con su estilo de juego. Ahora bien, en los que juegue, tendrá muchas oportunidades de ganar. Puede llevarse siete u ocho Roland Garros tranquilamente. Además, es un chico que me cae bien. Me parece humilde, trabajador y constante. No se rinde nunca y no le gustan las declaraciones altisonantes.

¿Por qué no quiero que gane entonces? Porque me aburre. Para mí, Nadal, salvando las distancias, es un mal necesario y admirable, como el Real Madrid o Mourinho. Admiro su tenacidad, reconozco sus méritos, espero sus triunfos y acepto su superioridad total en determinados aspectos. Ahora bien, me aburre. Bola liftada al revés. Bola liftada al revés. Bola liftada al revés. Yo no digo que eso sea fácil. Federer lo dijo hace unos meses y se equivocó. Jugar en tierra batida no es fácil, al contrario, hay que tener una mentalidad asombrosa y una resistencia física brutal. Ahora bien, que sea difícil no quiere decir que sea divertido. Demasiados partidos de Nadal consisten en un tío corriendo a dos metros de la línea de fondo devolviendo pelotas imposibles para luego jugársela a un ángulo o esperar a que su rival se canse de arriesgar.

Y si no, ya saben, bola liftada al...

Esto no quiere decir que Nadal sea un "pasabolas", como algunos le acusan. Un pasabolas no gana siete Grand Slams, tres Copa Davis y unos Juegos Olímpicos. Ni de coña. Es mucho más que eso: cada golpe tiene sentido y cada defensa es inteligente. Nadal sabe perfectamente lo que hace y se merece sus triunfos. Sus triunfos me aburren, simplemente, igual que me aburren los de Mourinho, pero eso es un problema personal que arreglaremos yo y mi psicóloga.

En cuanto a si es el mejor de la historia o va camino, puede que ahora los anti-federeristas se den cuenta de lo que hablan. Si ganar 7 Grand Slams es la hostia, imagínense ganar 16. Si ser número uno es algo dificilísimo, imagínense serlo 286 semanas, más de 200 consecutivas. Por más veces que el Atleti le gane al Barcelona en el Calderón eso no le convierte en mejor equipo que el Barcelona. Sé que Nadal se ha hinchado a ganar partidos a Federer en tierra batida, pero eso no le hace mejor jugador que Federer. Las cifras que cuentan, insisto, son esas: 16 a 7 en Grand Slams, 286 a 48 en semanas como número uno.

Nadal es ahora mismo junto a Induráin y Gasol el mejor deportista español de la historia. Está a un paso de entrar entre los diez mejores de la historia del tenis, lista que probablemente cierre en la actualidad el propio Andre Agassi. Las demás comparaciones, de momento, le vienen grandes, y ni siquiera él se atreve a hacerlas. No las hagamos los demás.