viernes, julio 30, 2010

El silencio de Lorna

Como siempre, copio la reseña que he publicado hoy en Notodo.com

La crueldad, cuanto más sórdida, más efectiva. Si hay que denunciar, o resaltar algo de la sociedad que no nos gusta, abyecta y miserable, mejor mostrarlo sin más, sin comentarios ni moralinas. La mayoría de las cosas que suceden en el mundo, día a día, suceden sin pistolas ni tiroteos de por medio. Suceden con una crueldad quirúrgica, de miradas y palabras justas. Cuando uno está en el infierno sabe perfectamente lo que tiene que hacer y no necesita que se lo expliquen demasiado. Eso le pasa a Lorna y eso nos pasa a nosotros que al fin y al cabo hemos estado en el infierno mil veces aunque haya sido dentro de mil películas.

Los hermanos Dardenne hacen en El silencio de Lorna un impagable elogio de la distancia. La narración empieza a la mitad de la historia y ellos no se preocupan en sobreexplicar nada. El espectador poco a poco va descubriendo los problemas de esta inmigrante en busca de la nacionalidad belga a cambio de dinero y favores oscuros, descubre a los mafiosos que la rodean y que juegan con ella igual que ella en ocasiones juega con los demás. Descubre al novio que en realidad es un inversor. Descubre al marido de conveniencia: un yonki a punto de la sobredosis cuya muerte se espera como agua de mayo para poder inmediatamente concertar otro matrimonio y así sucesivamente. Un juego de fichas de dominó.

Todo lo que pasa en El silencio de Lorna lo hemos visto mil veces antes: redes mafiosas de italianos y rusos jugando con los destinos de jóvenes chicas albanesas o similar. Sólo que los Dardenne prescinden del espectáculo del horror para mostrarnos su cotidianeidad, cómo todas esas relaciones de poder podridas se van desarrollando sin más ante la aparente apatía de todo el mundo: sin orejas cortadas ni tatuajes ni musculosos guardaespaldas. Simplemente, la cámara está ahí y graba todo lo que va sucediendo. Hasta que se cansa. Cuando se cansa deja de grabar como empezó en su momento, sin razón aparente.

Por supuesto todo esto no sería posible -o sería posible, vaya, pero no de manera tan efectiva- sin la perturbadora actuación de Arta Dobroshi, nominada a mejor actriz en los Premios del Cine Europeo de 2009, y cuya mirada distante impregna toda la película. Una mirada que se empeña en no ver, y si ve algo, desde luego, no se le nota.