lunes, enero 17, 2011

Barcelona 4 - Málaga 1



No creo que merezca la pena insistir en los elogios al juego ofensivo del Barcelona: sus 61 goles, sus 52 puntos, sus 13 victorias consecutivas en Liga… Que si Messi, Villa, Pedro, Iniesta, Xavi… El partido contra el Málaga duró lo habitual: unos 30 minutos en los que el equipo de Pellegrini sacó el paraguas y si le cayeron tres fue de milagro porque pudieron ser cinco o seis sin ningún problema y a poco que Messi hubiera estado acertado de cara a la portería. En todo lo demás, de nuevo, estuvo de sobresaliente.

Así que me voy a ir al otro lado: los once goles recibidos. 11 goles en 19 partidos me parece una segunda barbaridad para un equipo volcado continuamente al ataque. No son solo los goles que no le meten sino las ocasiones que no le crean. Sí, de acuerdo, de vez en cuando vemos alguna buena parada de Víctor Valdés, pero, ¿cuántas veces le chutan a puerta al Barcelona por partido? Incluso el Madrid pasó por el Camp Nou y no se enteró nadie.

Defender como defiende el Barcelona da una idea de lo enorme entrenador que es Guardiola y por qué supera con creces a Cruyff y a Rijkaard. Nunca un equipo del Barcelona jugó tan ordenado. El Barça defiende con once y organiza la presión desde el área rival con un escalonamiento prodigioso. En cuanto pierde el balón, en lugar de replegarse, corre a recuperarlo. Da igual si acabas de ganar el Balón de Oro, el de Plata o el de Bronce: si la has perdido, vas a por ella, como en el colegio.

Todo esto con el mando en plaza de Sergio Busquets, claro. Es impresionante cómo un solo jugador y de 23 años es capaz de ordenar a todos sus compañeros y dar equilibrio al probablemente mejor equipo del mundo en los dos años y medio que él lleva de titular. Busquets aprieta, Busquets cubre a los laterales, cubre a los centrales, Busquets sale con el balón jugado y se apoya en un compañero o conduce, Busquets intenta el pase final, Busquets se adelanta y corta el balón. Busquets, Busquets, Busquets…

Sé que es aburrido glorificar a cada jugador del Barcelona. Para los culés, es repetitivo. Para los madridistas, es incluso cruel, pero por favor, fíjense en Sergio cuando juega. Fíjense en cómo todo el equipo gira alrededor de él en defensa y cómo Guardiola ha conseguido con un solo centrocampista y ofensivo destruir más juego rival que con el ominoso doble pivote de las últimas dos décadas. El Barcelona no solo gana porque tiene a los mejores jugadores, gana porque tiene un entrenador y un sistema que les convierte en los mejores. Se retroalimentan.

Si después del pasillo en el Bernabéu con 4-1 incluido, a alguien le dicen que todo pasaría por Piqué, Busquets, Pedro, el lateral derecho del Sevilla y los siempre lesionados Messi e Iniesta, no se lo hubiera creído. Pues sí, pasaba por ellos. Y pasaba por Guardiola, mee colonia o no. Cuando volvamos a hablar de fútbol en este país, nos daremos cuenta de hasta qué punto este entrenador es un genio.