miércoles, enero 19, 2011

Terapias


Así que cojo el metro en Tribunal y hago las dos paradas hasta Príncipe Pío en medio de un ataque de ansiedad porque no sé si llegaré a tiempo. Me pasa a menudo: me levanto muy pronto, con tiempo de sobra, y me dedico a pasar minutos, incluso horas, embobado delante del ordenador, actualizando esto y lo otro, hasta que es muy tarde para el desayuno, la ducha, las llaves... El tren sale a las 11,45 y llega a Majadahonda a las 12,01. O eso se supone. Desde Majadahonda tengo que coger un taxi porque el centro de fisioterapia está en una urbanización sin servicio de autobuses.

No sé si relaciono a Majadahonda con la hostillidad o con el cariño. Diría que de todas las batallas que peleé ahí no resulté ganador en ninguna, pero eso también tiene un punto entrañable.

Raúl me recibe con un punto atareado, no necesariamente ansioso. Raúl es fisioterapeuta y hay que arreglar mi pubalgia. Ahora lo llamamos pubalgia porque es lo más cerca que voy a estar de un futbolista de élite en mi vida. De hecho, Raúl trabaja habitualmente con futbolistas de élite, es el fisioterapeuta de la selección española, ¡es campeón del mundo! Y yo ahí incordiando con mi pubis... Es la segunda sesión. En la primera me pasó algo muy curioso: cuando Raúl diagnosticó y trabajó, dejó el resto para uno de sus ayudantes. El ayudante resultó ser no solo fisioterapeuta sino psicoterapeuta.

Mi fascinación con la psicoterapia es de sobra conocida  y, bueno, dejémoslo en que andaba buscando un sitio nuevo donde ir y ubicarme un poco y dejar de hablarle a las chicas guapas a las 2 de la mañana sobre la diferencia entre persona y personaje, cosa que agradeceríamos todos, pero especialmente ellas. El caso es que todo cuadraba, imagínenlo: un día me pongo a ver un especial sobre el Mundial de 2010, en ese especial sale un fisioterapeuta-osteópata con pinta de poder ayudarme, yendo a su consulta conozco a un fisioterapeuta-psicoterapeuta que me recomienda un método y lo normal es que esto acabe con que la psicoterapia efectivamente despeja mis dudas existenciales y de paso alivia mi pubis.

"Alivia mi pubis", qué frase más equívoca.

En eso estamos a las 5 de la tarde, después de la vuelta a la estación de Majadahonda, Príncipe Pío, Tribunal, comida, post noventero y nuevo ataque de ansiedad porque tampoco llego a la hora con Ángeles Martín. La solución se llama ahora psicología gestalt. Hablan maravillas y cobran poco. Relativamente poco. La gente cree que me gasto todo mi dinero en fiestas y karaokes con actrices bellísimas pero la realidad es que me lo gasto en médicos y derivados. La gente cree unas cosas muy absurdas, en ocasiones.

Diego de León. Atardecer. Una cierta melancolía. Creen que me pueden ayudar pero quieren saber mi problema. Todo el mundo quiere saber tu problema y a veces pienso que así no tiene ningún mérito. El mérito es averiguar dónde demonios está el problema. Da igual. Me dejo llevar y me rindo y me rindo y vuelta a casa para escribir sobre Mourinho, solo que creo que estoy harto de Mourinho y cada línea dedicada a un entrenador es una línea menos dedicada al deporte, así que decido escribir esto, que en rigor tampoco debería interesarles, pero bueno.

Era Mourinho o mi pubis, comprendan que la elección no era fácil.

No esperaran salir ganando nada, mi blog tiene algo de Majadahonda del tiempo libre.