sábado, febrero 26, 2011

Escoria humana


Una vez escribí que parecía que a Jorge Javier Vázquez le hubieran preguntado de pequeñito qué quería ser de mayor y él hubiera contestado "miserable", tras lo cual no habría parado hasta por fin conseguirlo. La miseria, obviamente, no es patrimonio exclusivo de Vázquez, ni siquiera de Telecinco, aunque trabajen en ella mañana, tarde y noche. La miseria, el odio y la estupidez son el pan de cada día en la vida de nuestro periodismo y no hay razones para pensar que nuestro periodismo sea algo distinto de nuestra sociedad.

Todos querríamos pensar que sí, pero es muy raro que un país con demasiados políticos miserables y demasiados periodistas miserables no sea en buena medida un país con ciudadanos miserables.

Es una pena, sí, pero a mí no me echen las culpas.

Simplemente vean el siguiente vídeo de esta mala gente que camina. Gente que se supone que se ha pasado cinco años en una universidad estudiando cosas, gente que se supone que tiene sentimientos más allá del dinero que le dan a fin de mes. Si se lo dan. "Es nuestro trabajo", llevan diciendo desde hace años, como siempre dicen los mafiosos y los generales. Nada personal, en definitiva. El periodismo de personas como periodismo de objetos. No hay dinero en el mundo ni hotel ni residencia que haga que yo y espero que cualquiera de los que me lea haga esto: coger a una señora claramente disminuida, hostigarla 24 horas al día, entrevistarla en pleno ataque de ansiedad, hacer todo lo contrario a lo que pide a lágrima viva y grabarlo todo para que la jefa sonría orgullosa.

Mierda de jefa. Mierda de jefes. Mierda de obediencia debida, esto no es Libia. Usted, Patricia, y los suyos, tenían una salida más respetable: poder mirarse al espejo cada mañana a partir de ahora.

Eligieron la contraria. No culpen a nadie más.