martes, febrero 22, 2011

Savater y el terrorismo



Odiar es fácil. Y también inmediato. Es como tener prejuicios, te arreglan mucho la vida y te ahorran tiempo de pensar, leer, investigar, formarte una opinión racional... Todos tenemos prejuicios y yo también, que no escribo desde lo alto de una columna sino desde aquí abajo, calle Churruca. Nos atrae lo fácil. Por ejemplo, nos es más sencillo repetir hasta la saciedad cincuenta segundos de un vídeo de YouTube que leer 40 años de ensayos, libros y artículos periodísticos. Mucho más sencillo, dónde va a parar.

Uno de los prejuicios que más han calado en este país es el "algo habrá hecho" o el "por algo lo hará". Era muy recurrido en la violencia de género, las vecinas cuchicheando en la escalera, pero afortunadamente esa lacra mental nos la hemos quitado de encima. También sirvió durante años para justificar de alguna manera el terrorismo y sigue estando ahí. No es que lo diga yo sino que lo dijo recientemente Felipe González: "Mayor Oreja teme que ETA desaparezca".

Un amenazado de ETA -y González lo sabe- es alguien que se queda sin vida. Puede hacerlo de manera literal, si le toca en la ruleta, y desde luego lo hace en el día a día: escoltas, viajes programados, familia continuamente controlada, adiós paseos tranquilos, adiós seguridad, adiós improvisación, adiós libertad, en una palabra. La sensación constante de que te pueden pegar un tiro en cualquier momento. En cualquier momento, insisto. O a alguno de tus amigos. Ver a tus amigos caer. Muertos. ¿A ustedes se les ha muerto un amigo de verdad, un compañero de toda la vida? Entonces saben a lo que me refiero.

Aun así, se ha instalado en el imaginario común que el PP se siente cómodo en ese sacrificio porque a cambio conseguiría supuestamente gobernar el país. A mí me parece tan ridículo y ofensivo a la razón como el que piensa que a las mujeres les gusta que les golpeen hasta la muerte o que su marido las viole porque, bueno, luego pueden comprar luego un armario nuevo para la casa. Asqueroso.

Lo mismo se dice, o se prejuzga, de los que se oponen en general al terrorismo. Da la casualidad de que los que más se oponen al terrorismo no son nacionalistas porque precisamente a los que matan son a los no nacionalistas. A los que matan, extorsionan, secuestran, amenazan, queman sus casas, persiguen a sus hijos, etc. Ser o no ser nacionalista es una opción política perfectamente respetable. No creo que Savater haya dicho nunca que ser nacionalista vasco sea una opción poco respetable y que merezca ser perseguida legal o ilegalmente. Ha dicho varias veces que él no lo es, que no lo entiende, y lo ha explicado en artículos en El País y otras publicaciones durante décadas.

De hecho, a Savater le han llovido hostias de todos lados. Dejemos a un lado las hostias proetarras, es decir, los paseos por La Concha con escoltas, los barrios de su propia ciudad en los que no puede entrar, los amigos -repito- en los tanatorios, los escupitajos a su paso o al de sus hijos y los períodos refugiado por una amenaza inminente. Vayamos simplemente a las hostias políticas: Savater, catedrático de ética desde los 70, una figura del progresismo antes y después de la muerte de Franco, un luchador por las libertades y, repito, un hombre amenazado por el totalitarismo, se convirtió en un fascista en el momento en que apoyó una unión entre el PP y el PSE para gobernar en el País Vasco.

A algunos les parecerá motivo de lapidación, pero, bueno, no estaba tan solo. ¿Quién gobierna el País Vasco ahora mismo?

Levantó las manos de Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja. ¡Jaime Mayor Oreja! ¿Quieren más demostración de que es un fascista? No importa que se hubiera peleado con el propio Mayor Oreja en 1998, cuando la tregua de Lizarra, que Savater consideraba la gran oportunidad para la paz, ni importa que se alineara con Zapatero también en la segunda tregua, la de la T4, con lo que pasó a recibir todo tipo de varapalos e insultos por los Jiménez Losantos de turno.

"Savater se ha divertido con el terrorismo", titulan los medios, y tras los medios, los blogs y los de las cuentas pendientes que dicen "Ah, ese mentiroso, teníamos razón, todo era una estratagema para vivir del cuento del terrorismo y medrar en la vida". Vivir del terrorismo. Alguien que lleva años sobreviviendo al terrorismo. Alguien que no ha ocupado ni un solo puesto político en toda su vida, ni un cargo institucional, nada que no tuviera ya a los 25 años gracias a su trabajo y su intelecto. Si Savater ha vivido de algo en esta vida es de "Ética para Amador" no del Foro de Ermua, precisamente.

Pero da igual. "Se ha divertido con el terrorismo", dice, y se ríe. Y nadie lo pilla. Nadie pilla que lo que está diciendo es "Intentaron destrozarme la vida, intentaron que me callara, intentaron que cada día fuera una pesadilla y no lo consiguieron. Al revés, les combatí, me dieron una nueva juventud combatiéndoles intelectualmente. Me obligaron a no rendirme, a seguir con los míos. A disfrutar de la lucha intelectual y a buscar caminos". No, claro, para qué pensar eso. Para qué leer 40 años de artículos. Para qué presuponer que estamos ante un valiente y un pensador de altura. Habría que leerle a él y habría que leer a Nietzsche. ¡En los tiempos de YouTube, Facebook y Twitter!

Yo no pido que se le dé la razón automáticamente en todo lo que dice. Hasta ahí podíamos llegar, que la gente no pudiera discrepar y tener sus propias opiniones. Sólo pido un poco menos de miseria. Si Primo Levi hubiera escrito: "Al menos la comida de Auschwitz me ayudó a mantener la línea", nadie pensaría que se estaba riendo del holocausto. No, estaba sacando fuerzas de flaqueza. Estaba buscando la ironía necesaria para intentar olvidar el sufrimiento y seguir adelante en la lucha de la vida.

Así, Savater, le pese a quien le pese.