viernes, febrero 04, 2011

Y después de Mubarak, ¿qué?


Cuando Mubarak dice que después de él, el caos, obviamente no se lo dice a los manifestantes de El Cairo que ya saben perfectamente lo que es el caos en cuanto ven a una de sus cuadrillas de "simpatizantes" acercarse, sino que se lo dice a Estados Unidos, por eso elige la ABC y por eso culpa a los Hermanos Musulmanes de la revuelta. O los Hermanos Musulmanes o yo, dice Mubarak, y parece mirar al Tea Party y a todos los demonios americanos para que vengan a salvarlo.

Mubarak es un perro viejo, de eso no cabe duda. Me hace gracia la velocidad con la que todos los políticos y periodistas de este país se han puesto las pilas para tener una opinión formada de él, su mandato, sus relaciones internacionales, sus enemigos... De repente, todo el mundo lo sabe todo sobre Egipto y me resulta curioso. Yo todavía no me he enterado bien de casi nada aunque, por supuesto, no haga falta ser muy listo para imaginar que un tío que lleva 30 años gobernando el país a base de extrañas elecciones, colocado por el Ejército después del asesinato de Sadat, que mantiene a sus ciudadanos en estado de sitio desde 1980 y que quiere colocar a su hijo como sucesor, no es de fiar.

A eso añádanle su forma de solucionar el problema: obviedades en público y paramilitares en privado, que es una táctica pérfida y a la vez devastadora. ¿A quién culpar? Él solo quiere la paz, mírenlo, tan viejecito, y aún queriendo tanto a su pueblo...

Todo esto no quita para que haya preguntas que responder urgentemente si de verdad se quiere apoyar una revolución en Egipto. Que el mundo se haya hecho tan veloz como para que podamos seguir un enfrentamiento civil al minuto no quiere decir que tengamos que tomar una decisión o apoyar a alguien en vivo y en directo. Sé que esto suena muy anti-revolucionario, pero antes de darle el poder a los "manifestantes" me gustaría saber quiénes son los manifestantes.

Y es que no tengo ni idea. Nadie me lo ha explicado. Sé que Mubarak es malo y lo que veo concuerda con el relato. Pero, ¿qué pide la gente de la plaza Tahrir? ¿Libertad, Internet? ¿En serio? ¿Todos? El otro día Zapatero en un inopinado ataque de cordura respondía en TVE a la pregunta de "¿Qué va a hacer España y la Unión Europea?" con un sensato "esperar quién está al otro lado porque no lo tenemos nada claro".

No está nada claro. Ni son progresistas libertadores enganchados a Twitter ni son pérfidos islamistas dispuestos a bombardear Israel. Habrá de eso y de todos los puntos intermedios. ¿Quién es su líder?, ¿a quién representan?, ¿qué proyecto tienen para el país?, ¿quiénes van a ser sus amigos y sus enemigos?, ¿quieren más democracia o más dictadura?, ¿una sociedad más abierta o más cerrada?, ¿es posible el diálogo entre ellos y con el actual gobierno? De repente, El Baradei ha desaparecido, ¿por qué ha desaparecido?, ¿por qué apareció casi de la nada para liderar una revuelta que él había instigado denunciando la corrupción del gobierno pero en la que se había mantenido físicamente al margen? ¿Quién es El Baradei? Vale, Premio Nobel de la Paz, pero Henry Kissinger también es Premio Nobel de la Paz, permítanme el cinismo.

Percibo un exceso de inmediatez y de romanticismo en la información: claveles en los tanques. A mí me gustaría saber un poco realmente quién está de un lado y quién está del otro. ¿Tiene apoyo popular Mubarak? Es un dictador, de acuerdo, pero un dictador populista y paternalista, eso suele funcionar bastante bien. No nos engañemos, aquí funcionó bastante bien hasta el punto de que nuestro dictador murió en la cama.

Queremos echar a Mubarak y queremos echarlo ya, a ser posible antes de la edición de las nueve, pero, ¿a quién vamos a poner?, ¿a quién quieren poner ellos, que es lo que cuenta? El romanticismo me resulta muy sugerente, claro que sí, pero ahora mismo lo que necesito es información y, a ser posible, algo más detallada, lo que no quiere decir que no haya expertos -políticos y periodistas- en el conflicto sino que entre tanto ruido, como suele ser habitual, sus voces se pierden y yo, como espectador, acabo no enterándome.