sábado, abril 16, 2011

Viernes astromántico



El frío-calor de Chueca. El frío-calor de cualquier terraza de Madrid en primavera. Sol y sombra. María pide un café tras otro. Quiere un manchado pero ahí nadie entiende la diferencia entre "manchado" y "cortado". Yo tampoco la entiendo, no voy a hacerme el entendido. Para mí las cosas son descafeinadas o no, pero sutilezas las justas. Andrea habla en catalán y en castellano con su madre. Me gusta el catalán de Andrea, un catalán ilerdense, de Linyola, de "e" abierta, tipo "Joan Carles" y no el "Joan Carlas" al que la televisión nos acostumbra a los bárbaros.

Planeamos una obra de microteatro. Pasamos la gran mayoría del tiempo planeando porque planear es una cosa preciosa y la otra parte del tiempo hablando de traumas: bueno, María y yo hablamos mucho de traumas y Andrea se limita a conceder que en la infancia era "amorfa" y nos saca una foto con unas gafas enormes. Son las 6 de la tarde, llevamos andando en círculos casi una hora. Las relaciones funcionan cuando uno puede andar en círculos durante horas sin que eso sea un drama. Buscamos una terraza y leche con soja, combinaciones improbables. Al final nos conformamos con lo primero, porque algo es algo es algo.

María es regidora de teatro, ayudante de dirección. No sé cuál es la diferencia. Ya ha llegado el momento en el que he preferido dejar claro que yo no sé mucho de casi nada excepto de deporte. De deporte sé mucho, demasiado quizá. No me hables de Kaurimaki, háblame del Tour de 1989. Nadie sabe más que yo sobre el Tour de 1989. En fin, María es regidora de teatro y soñadora oficial. Una persona con miedo al vacío, exactamente igual que yo, y un discurso arrolladoramente seguro que choca con una apariencia en principio frágil.

Andrea es actriz, pero se descubre a trozos. Andrea sonríe y fantasea y se entusiasma con todo. Andrea es el entusiasmo. Todo le parece fantástico y lo que no le parece fantástico es porque seguro que hay algo más fantástico aún esperándola. Andrea era una chica con un corto en Medina, luego resultó que era la ganadora a mejor actriz en Alcine, luego resultó que era la protagonista del vídeo de "Domingo astromántico", de Love of Lesbian, mi canción favorita de los últimos dos años. David Pinillos se mete mucho con ella, la vacila, y ella se ríe. Finge que le molesta su entusiasmo cuando yo creo que a todos nos fascina su entusiasmo. A todos los treintañeros, al menos. David Pinillos es un hombre sensacional, pero ¿qué puedo contar de él que no esté en la Wikipedia?

Hablo de soñadores y francotiradores sin saber de qué hablo. Llevo haciéndolo ocho años y dejo que cada uno -cada una- saque sus conclusiones y las comparto todas, incluso las contradictorias, porque me hacen sentir más comprendido.

Venimos de comer en "El cisne azul". Ellas eligieron las setas y yo elegí la carne. Nadie salió defraudado, ni siquiera el dueño cuando cobró la cuenta. No quisimos chupitos. Bares con olor a fritanga y hormigoneras, eso es Madrid un viernes por la tarde cuando andas hacia Barquillo y Alonso Martínez. Hablamos de algo parecido al sexo. Hablamos de algo parecido a la dirección de actores. El orden no importa. Nos sentamos y nos levantamos y nos sentamos. Todo empezó a la una en el Conache, un lugar agradable pero con un servicio mejorable. Exceso de demanda, supongo, y el hartazgo habitual del camarero en primavera.

Pini venía de Valencia y se iba a Segovia. Pini parecía cansado pero contento. Si no estuviera contento, no estaría, y eso lo sabemos todos. Nosotros ponemos algo parecido a la melancolía y ellas ponen algo parecido al futuro. Es lógico, por tanto, que en el presente -sol o sombra o viento- nos crucemos los cuatro.