domingo, abril 03, 2011

Villarreal 0- Barcelona 1



El Sporting dinamitó la liga y se llevó por delante el partido de El Madrigal. Nunca lo sabremos, pero es posible que el resultado en el Bernabéu condicionara la decisión de Guardiola de dejar a Messi y Bojan en el banquillo y meter en cambio a Thiago y Afellay. Súmenle a Mascherano y Keita dirigiendo al equipo y a Busquets una vez más de central con Adriano por la banda izquierda y el Barcelona de Villarreal no tenía nada que ver con el que maravillara en noviembre y diciembre, aquel once ideal en el que estaban Puyol, Abidal, Xavi, Messi y Pedro, ausentes de entrada la noche del sábado.

Lo notó el equipo, está claro. Cinco suplentes y dos jugadores fuera de posición es mucho rotar. Eso y una cierta falta de intensidad que fue corrigiendo con el tiempo. Rossi dio un par de sustos al principio pero los locales tampoco se animaron a explotar la vía de agua entre lateral y central. Poco a poco, el Barça se hizo con el balón y de esa manera, como siempre, no solo atacó sino que sobre todo se defendió.

Es este un aspecto a menudo infravalorado en el equipo catalán. En efecto, el toque horizontal, sin peligro, no sirve de nada. Al menos en ataque. Pero en defensa es demoledor: impide que el rival achuche, mantiene a tus jugadores siempre colocados y acaba agotando al oponente. Por supuesto, 90 minutos de toque insulso sería absurdo, pero en vez de someter el partido a un toma y daca, el Barcelona de Guardiola se limita a monopolizar lo bueno y lo malo, de manera que tiene siempre la posesión y las ocasiones rivales suelen llegar en contraataque tras pérdida.

No tengo datos a mano, pero dudo que ningún equipo en la historia de la liga haya recibido solo 6 goles en 
15 partidos fuera de casa. Por si fuera poco, ha marcado 43. Algo dice todo esto de Pep Guardiola, probablemente el mejor entrenador que hayamos visto en muchísimos lustros.

La segunda parte fue otra historia: el Barcelona se dio cuenta de que el Villarreal no iba a morder y decidió sentenciar la liga. Por supuesto, el empate ya la sentenciaba, incluso la derrota probablemente  hubiera resultado algo anecdótico, pero siempre es bueno ahorrar para el futuro, pensó Guardiola y metió a Messi. No es que el argentino desequilibrara por sí mismo, probablemente consciente de su situación física y la exigencia de los siguientes partidos, pero la circulación del Barça mejoró mucho sin Villa.

Paremos un momento en el asturiano: obviamente, su racha es horrorosa. Seis partidos ya sin marcar en liga y con fallos por doquier. Parece que desde su cambio de posición, dejando la banda y cayendo al medio, todo su objetivo sea tirar desmarques y dejar huecos. Pedro se aprovechaba a la perfección pero Afellay no es Pedro. De hecho, Afellay estuvo muy voluntarioso pero muy desacertado. Con todo eso, Villa resultaba prescindible y así lo entendió Pep también. A su favor, diremos que muchos de esos desmarques son realmente buenos y sus compañeros o no lo ven o no lo encuentran.

Villa llegará, es una cuestión de estadística. Igual que Messi y Pedro. El Barcelona llevaba desde Valencia sin que ninguno de sus tres delanteros estrella marcara. Sumen un partido más y ya van cinco, pero igual que antes habían marcado Alves, Adriano, Iniesta o Bojan, esta vez lo hizo Piqué, en un corner, después de controlar con el pecho y sin poder asegurar si el balón le tocó o no el brazo. Yo desde luego no lo puedo asegurar y además me parece intrascendente: el Barcelona habría marcado tarde o temprano porque ya el partido era un monólogo de primeros toques y recuperaciones inmediatas en tres cuartos.

Curiosamente, a raíz del gol que sentenciaba la liga, el Barça volvió a dormirse y el Villarreal al  menos le echó ganas, algo que faltó durante el encuentro. Cazorla pudo empatar en un balón que sacó milagrosamente Valdés, un portero sensacional que ha tenido la desgracia de coincidir en el tiempo con el que probablemente sea el mejor portero de todos los tiempos, Iker Casillas. No hubiera sido un resultado injusto. Como en los últimos partidos, el Barcelona tuvo más posesión y más tiros pero muy poca contundencia. No se podía esperar otra cosa con lo que le espera por delante, una liga casi decidida y todos los cambios ya mencionados en la alineación base.

En el campo del tercero, insisto.

Hizo su trabajo y ahora veremos si es capaz de meter esa sexta marcha en los partidos de Champions y en la final de Copa. Si es así, podremos hablar de triplete. De momento, parece que la liga no se le escapará, el resto es adelantarse demasiado. Si algo demostró el propio Sporting es que en el fútbol cualquier cosa es posible y conviene ser muy prudentes. El hecho de que la metedura de pata de Rosell se recibiera como lo que es, una bravuconada innecesaria, en vez de festejarla, indica que el club va en buen camino.