martes, julio 05, 2011

El 15-M en un partido político


Desde el principio de las reivindicaciones ciudadanas más o menos englobadas en lo que se llamó "15-M", un amplio sector de la opinión pública pidió que esas propuestas o críticas a la situación actual del país en el terreno político, financiero y social se canalizaran en forma de partido político que concurriera a unas elecciones y pudiera así cambiar la estructura desde dentro o al menos dejarse oír en las instituciones.

Obviamente, sería lo deseable. Ahora voy a intentar a explicar por qué lo deseable no es posible en este país y con este sistema electoral, es decir, por qué no es posible en la realidad, que es a lo que iba el 15-M: la Realidad, con mayúsculas, lo que sufrimos día a día.

Bien, pongamos que quiero montar un partido político. Venga, nos juntamos unos cuantos, nos constituimos oficialmente y abrimos sedes de consulta en todas las provincias. Se entiende que un partido que quiere regenerar la vida política del país tendrá que estar presente en todo el país, no solo en una autonomía. Vale, abro una sede en cada provincia, que no es decir mucho, no pido que mis sedes estén en cada pueblo o cada ciudad, solo en capitales de provincia, y empiezo a divulgar mi programa. Para ello, hago lo habitual, lo que hacen los demás partidos: alquilo vallas, farolas, páginas de periódicos, cuñas en radio y televisión. Coloco a algunos de mis simpatizantes en tertulias de todo tipo y me dispongo a competir en igualdad de condiciones.

¿De eso hablaban, no? Muy bien, ¿y exactamente a quién le paso la factura? Porque sí, los grandes partidos tienen grandes préstamos y grandes contactos y muchísimo dinero, pero yo no. Yo protesto precisamente por esa desigualdad. ¿Cómo puedo competir yo con monstruos de la propaganda sin un duro? En la tele y la radio pública, olvídate: soy nuevo, no tengo representación, por lo tanto no existo más allá de los espacios electorales de las 2 de la madrugada, donde me darán un minuto y medio a la semana.

Bueno, pongamos que consigo ese dinero y puedo competir en igualdad de condiciones. Cuando digo "igualdad de condiciones" estoy usando un eufemismo. Mi campaña no va a costar decenas de millones de euros como las de PSOE y PP, y aspiro a que ninguno de mis "contables" acabe en la cárcel, pero bueno, pongamos que unos cuantos cientos de miles sí me puedo gastar o algún banco me los ha dejado, o la mujer de Amancio Ortega... vaya usted a saber.

Venga, tengo el dinero, empiezo a ser conocido. Puedo explicar mi programa y al menos mandar una carta a cada votante explicándoselo -más dinero, pero bueno-. Pongamos que partiendo de la nada, consiguiera, no sé, 300.000 votos en todo el país. Si lo piensan, 300.000 votos sería como llenar la Puerta del Sol diez veces. ¡Ahí sí que nos tendrían que escuchar! Bueno, pues te puede pasar como a UPyD: un escaño entre 350, tres minutos en el Debate sobre el Estado de la Nación, ninguneo absoluto de los medios e incluso manipulación del CIS para que nadie hable bien de ti.

En otras palabras, montar un partido a partir de una reivindicación ciudadana no es algo que dé "pereza" sino que es algo imposible con las reglas actuales. UPyD lo está intentando, a base de palmar dinero, de recorrerse el país, de ser imaginativos y de ganarse buenas dosis de odio precisamente por tener que explicarlo todo a medias por falta de tiempo. ¿Qué conseguirán así? ¿Un millón de votos en sus mejores sueños? ¿15-20 escaños? ¿Un cuarto de hora al año en la tele en vez de tres minutos? Por supuesto yo admiro su valentía igual que admiro iniciativas como "Vecinos por Torrelodones" que en un pueblo relativamente pequeño y con mucho esfuerzo sí consiguen darse a conocer y cambiar las cosas. Poco más o menos como las asambleas de barrios del 15-M.

Pero, de verdad, que me pidan como una exigencia, como un deber, que mi queja tenga que pasar por las zancadillas financieras, mediáticas, políticas e incluso aritméticas para que alguien me escuche es tomarme el pelo como ciudadano. No, señores, yo tengo el derecho a formar un partido político, pero no el deber. Cada vez que ustedes me dicen "si quiere cambiar las cosas, forme un partido político" lo que están diciendo es "disuélvase", sin más. Desaparezca.  Vaporícese.

Y ya estoy muy harto de desaparecer, lo siento. Todo mi apoyo y mis buenos deseos para los valientes, pero yo a los juegos con cartas marcadas no juego.