viernes, julio 22, 2011

Festival Low Cost I. Con luces de neón



Dicen que el infierno en realidad es un estado mental, una sensación angustiosa y terrible, dolorosa incluso, que te acompaña durante toda la eternidad si te has portado suficientemente mal. Y toda la eternidad puede ser mucho tiempo. Si se les hace larga una etapa del Tour de las de escapada y sprint final, imagínense la que nos pueden armar Dios y San Pedro como nos despistemos.

Ahora bien, de ser un lugar, yo imagino mi infierno como algo parecido a Benidorm: el chico de barba y vaqueros, quemado inmediatamente por el sol, paseando por su hotel lleno de niños y familias corriendo en bañador con sus colchonetas y asediando los ascensores de subida y bajada. Una ciudad volcada hacia la playa y el verano, cuando justamente yo, lo expliqué hace bien poco, odio el verano y la playa.

Sí, Benicassim era muy parecido, pero yo en Benicassim iba con las hermanas Schleck, aquí he venido sin equipo y a la primera cuesta me entran los nervios.

Benidorm me recibe con sus rascacielos enormes y un mar agradable. Desde la terraza de la habitación se ve un escenario muy común, muy Mediterráneo. La habitación es más o menos grande para ser individual  y tiene televisión, que no en todos lados lo aseguraban. Las primeras horas son una contrarreloj de papeleos y solo cuando ya he conseguido la pulsera azul de Prensa me puedo relajar y descansar un poco, los pies encima de la mesa, el libro de Coradino Vega como compañero.

Decido pasarme por el Festival a eso de las 9, justo para pillar a Eli "Paperboy" Reed, una auténtica maravilla de entrega y de soul. Compararle a James Brown sería muy fácil pero yo me quedaría en ocasiones con la mejor Janis Joplin, blanca como él. De Reed paso a Stay, que están en el escenario que queda más cerca de la zona de prensa, una zona de prensa muy reducida pero donde al menos hay bebidas gratis. Las comidas se incluyen en el precio del hotel.

Hago tiempo tumbado en el suelo hasta que salen The Pains of Being Pure at Heart. Estar solo a veces es un coñazo. No es que me maneje mal en esas circunstancias pero alguien al lado siempre ayuda a distraerte y a compartir impresiones. Su concierto es correcto, como siempre. Sin exhibiciones, con un punto soso y de poca comunicación con el público. Acaban tan pronto que me da tiempo a ver a Vinila Von Bismarck en el escenario B. Nunca la había visto antes: no me sorprende, ni en lo bueno ni en lo malo. Una presencia arrolladora mucho "rocanrol" con acento de Louisiana, muchas poses de chica guerrera... y una música aceptable, sin más, quizás oscurecida por los propios artificios estéticos.

En esas llegamos a Lori Meyers. Yo sé que es el último concierto de la noche. Mi último concierto, quiero decir. No voy a aguantar a Fangoria ni a Supersubmarina porque estoy cansado, algo dolorido y quedan las dos etapas reinas por delante. Hoy, OK Go y Vetusta Morla. Mañana, Love of Lesbian y Mando Diao. Entre otras.

Me resulta difícil catalogar a Lori Meyers. Casi todo lo hacen con una corrección pop impecable, con un estilo casi parecido a Los Brincos. Sin defraudar, no consigo enchufarme en ningún momento hasta que de repente llegan "Luces de Neón", "Alta fidelidad" o "Mi mundo es mi realidad" y se ve que, en determinados instantes, pueden ser geniales. Hay un abismo entre esas tres canciones, su potencia, su energía, sus ritmos... y las demás canciones, de notable bajo o aprobado alto.

A la una y algo me voy para el hotel, que se ve directamente desde la Ciudad Deportiva. Son 15 minutos de paseo, no más. Nada que ver con el FIB en ese sentido. Hoy debería ser un gran día, la preparación de este mes ha estado encaminada a poder rendir al cien por cien esta noche y mañana. Veremos qué pasa, ya se lo iré contando.