domingo, julio 17, 2011

La Argentina de Messi


Conviene aclarar que Messi es el mejor jugador de fútbol que yo he visto en mi vida. En sus mejores jugadas está a la altura del Ronaldo de los primeros tiempos, antes de sus operaciones de rodillas. Lo que diferencia a Messi es su regularidad, es decir, no solo la capacidad de llenar un vídeo de YouTube con jugadas prodigiosas sino de leer cada partido de manera inteligente, sabiendo cuándo corresponde jugar a un toque, cuándo encarar y cuándo disponerse a asaltar la Historia.

Las comparaciones con gigantes de otros tiempos son complicadas: Maradona levantó al Nápoles y ganó un Mundial. Cierto, pero lo hizo a punto de cumplir los 26 años, hasta entonces había sido un jugador genial empeñado en fracasar tanto con su selección como con el Barcelona. En ese sentido, solo Pelé tiene un historial mejor que Messi: dos mundiales a los 23 años y decisivo en ambos.

Dejemos los concursos de popularidad y volvamos al juego: Messi sabe que para ser el mejor de los mejores tiene que ganar algo con su selección. El único al que no se le ha exigido eso ha sido a Di Stefano pero es que Di Stefano no tenía selección, siempre a medio camino entre Argentina y España. Incluso Cruyff llevó a Holanda a la final de un Mundial partiendo de la nada.

Lo que no deberia hacer Messi es vivir cada encuentro como una prueba decisiva y ansiosa de su superioridad.

Leo acaba de cumplir 24 años: tiene ante sí al menos dos Mundiales más y otras dos Copas de América. Verle estos dias jugar con Argentina ha tenido un punto amargo: acostumbrado a disfrutar, Leo se transforma con su selección en un Tano Pasman cualquiera, con su angustia y su rabia. El jugador que siempre descarga a un toque, que se mueve en los espacios, que conecta con sus compañeros, no apareció en ningún partido relevante. Apareció el otro: el de la jugada individual, el de la asistencia mágica, el de los highlights del YouTube.

Por supuesto, ese jugador ya basta para ser el mejor de largo de su equipo pero no para hacer de su equipo un equipo campeón. La discusión parece estar siempre entre "¿Qué puede hacer Messi por Argentina?" o "¿Qué puede hacer Argentina por Messi?" Sería interesante buscar un punto medio en la confrontación: los dos deben acoplarse a las necesidades del otro. Messi, ante todo, necesita pausa. En un partido enloquecido en el que todos se empeñan en conducir el balón durante metros, como búfalos en una manada hasta que un rival se la quita, es complicado que Leo sea decisivo. No más que Tévez, Agüero, Di María... toda esa generación de jugadores argentinos de calidad indiscutible pero cuyo individualismo lastra cualquier posibilidad de juego en equipo.

Pasó en el Mundial y ha pasado en esta Copa de América, algo más matizado: si Messi baja a recibir a su propio campo su juego se vuelve intrascendente; si espera en tres cuartos para lanzar una pared o buscar el regate, simplemente no huele la bola... y si consigue recibir y descargar para los citados Tévez, Lavezzi, Agüero, Di María, sus acompañantes estos días en la selección, que se olvide de la bola, ya puede prepararse para el rechace del portero, el balón suelto o el centro sin sentido a la olla desde alguna de las bandas.

Todo eso es cierto pero no oculta otra gran verdad: en dos veranos con Argentina, Messi ha marcado cero goles. Sí, ha dado muchas asistencias de gol y ha sido de largo el mejor de su equipo en ambas citas... pero ni un gol en nueve partidos deja muchas dudas y no creo que sea bueno excusarle. Messi, con Argentina, juega peor y no todo puede ser culpa del entrenador, los compañeros, la afición o la prensa. Algo tendrá que estar haciendo mal el propio Messi y es bueno que se dé cuenta porque si no no habrá manera de arreglarlo.

Tengo la sensación de que Messi se exige ser el jugador que ya no es, convencido de que ese jugador es el que añora Argentina: el que recibe, se va en velocidad de cuatro y la coloca en el palo contrario. Eso es muy complicado en una gran competición, casi imposible. Messi tiene que controlar los ritmos y dar pausa, parar los partidos enloquecidos y mandar: tú aquí, tú allí, cuando os la paso me la devolvéis. Entrar en el zafarrancho del "sálvese quien pueda" le limta como jugador y no imagino ni a Maradona ni a Pelé ni a Di Stefano ni a Cruyff diciendo "yo podria haber sido el mejor jugador de la Historia pero es que el entrenador...".

Con los años, Leo aprenderá eso. Aprenderá a mandar. Como dijo Menotti de la selección española, es el momento en el que tiene que decidir si quiere ser toro o torero. Desde luego, Argentina haría bien en rodearle de jugadores que tengan claro su rol. Es obvio que el juego del Barcelona depende de unos automatismos que la selección argentina no puede aprender en uno ni en dos veranos. Pero decir "dádsela al 10 y esperad órdenes" tampoco es tan complicado, como no lo es el pedir huecos, abrir espacios, tener un mínimo sentido de la combinación... Apelando de nuevo al bueno de Pasman, nadie les pide 28 toques, solo tres. Contra Uruguay, en la segunda parte y en la prórroga solo se vio un derroche de energía y angustia que acabó con Messi tirado en el suelo, agotado y desesperado, en el minuto 118 tras otra carrera contra el mundo frustrada por el portero rival.

¿La desesperación puede funcionar? Sí, claro, pero Messi no llegó al primer puesto del escalafón mundial siendo Simeone, sino siendo Messi. Bueno es que él mismo lo recuerde.