miércoles, agosto 10, 2011

Vida de chalet VI. Vida y época de Michael K.


Lo que inquieta de Coetzee no es que recree un mundo cruel, inhumano, militarizado... con aires a Tercer Reich y campos de concentración. Las novelas, los recuerdos sobre aquella experiencia ya son bastante espeluznantes por sí mismos. La capacidad para contar el horror cuando lo has vivido. Incluso Conrad, antes de enfrentarse a "El corazón de las tinieblas", tenía una cierta experiencia en explotación de recursos naturales en las colonias de África: su devastador clima, sus enfermedades, su trato despiadado, exterminador con respecto a los nativos.

Lo de Coetzee es más grave porque inventa desde la nada: te presenta el horror en la página uno y no para hasta la 187. Eso es cebarse. Las primeras treinta páginas son sublimes. Las últimas sesenta merecen mucho la pena: el sudafricano domina como nadie el monólogo interior y hay veces que uno no sabe si está leyendo al oficial médico de un campo de trabajo o al administrador de la ciudad sitiada de "Esperando a los bárbaros".

Las cien páginas de en medio son poco más que un deleite en la decadencia y el sufrimiento. Un deleite circular, me permitiría decir, incluso, que aburrido.

El aire de familia de todas las novelas de Coetzee es esa mirada desde el horror, una mirada asustada a un mundo que el protagonista no comprende pero del que puede esperar cualquier cosa. Un mundo tambaleándose continuamente. Incluso Elizabeth Costello tenía sus crisis de ansiedad e inseguridad. Siempre hay espacio para el pánico en una novela de Coetzee aunque él deje a sus lectores y a sus personajes hacer terapia y parezca que se limite a tomar notas desde la distancia.

De recurrir a un paralelismo claro, no queda más remedio que volver a "Esperando a los bárbaros" en mi opinión su mejor novela, pero sin las sutilezas de "Esperando a los bárbaros". Hay allí violencia y represión, de acuerdo. Una guerra que controlan otros y que nadie sabe cómo va ni quién acabará ganando. El gusto de Coetzee por las fortalezas. Una literatura resistente. Es curioso que Coetzee conciba el mundo como lo concebiría Hobbes si se hubiera dado a la literatura, pero sin la confianza de éste en el Estado protector del "todos contra todos". No. En Coetzee, el Estado a veces te protege pero de una manera orwelliana: esperando a cambio tu cariño sumiso.

En el chalet, Coetzee suena raro. Todo suena raro, ya lo he dicho. Todo lo malo. Por ejemplo, ahora, que sí escribo desde Madrid porque tengo un día con agenda de ministro, la angustia me resulta más cercana. Allí, no. Allí están los cuadros de casa de mi abuela y mis innumerables libros de filosofía y post-adolescencia. Tu hogar es donde están tus libros. Puede que haya olvidado el argumento de casi todos, pero si me los pones delante seguro que puedo decirte de quién estaba enamorado cuando los leí.