martes, noviembre 29, 2011

Los premios Rolling Stone 2011


Nubes y claros en la gala de entrega de premios de la revista Rolling Stone. De entrada, quizá, demasiados premios y demasiado incomprensibles, un excesivo afán de "name-dropping". Bueno, no está mal. Lo que no se puede negar es que la colección de músicos patrios que pasó por el escenario de la discoteca Pachá fue impresionante y el despliegue de la organización con sus invitados fue muy generoso, dejando aparte la manía de todo mundillo cultural y no cultural de encerrarse en castas, es decir, el abuso de la Zona VIP.

En rigor, eso no es culpa del organizador sino del artista que cree que su estatus depende de una pulsera de papel y que una vez la pulsera está prieta en la muñeca, ¿por qué juntarse con la chusma? Lo peor de todo esto es que algún día el de la pulsera seré yo o será usted y haremos lo mismo.

Si volvemos a los premios como tales, incidir en la gran nómina de premiados y sobre todo de "entregadores" de premios. En menos de una hora pasaron por el atril de Rolling Stone, con su logo rebelde cayendo cada tres por cuatro, Luz Casal, Miguel Bosé, Sidonie, Vetusta Morla, Amaral, Ariel Rot, La Mala Rodríguez, Verónica Echegui, Pereza, José Coronado, Loquillo, Estrella Morente, Zahara, Los Enemigos, Kiko Veneno, Jota, Mikel Erentxun y un largo etcétera en el que hay que incluir a Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, los presentadores de la gala, que estuvieron como es habitual, brillantes.

Sin embargo, hay cosas difíciles de entender. Premiarse a uno mismo es una tentación muy poderosa y desde luego lo es en el grupo PRISA, basta con ver los Ondas cada año. No creo que sea bueno llevarlo al extremo. Dividiría los premios en "opinables", "innecesarios" y "en fin".

Dentro de los premios opinables están los que van a un artista que te gusta más o menos. Habrá quien piense que Vetusta Morla no merecía el premio a mejor grupo del año y a mejor disco del año -los únicos en repetir-, que Amaral no ha escrito la mejor canción del año, que Miss Caffeina no es el mejor grupo emergente o que la mejor gira no ha sido la de Lori Meyers. Eso, insisto, son opiniones más o menos discutibles y en todos los premios encontraremos cosas así.

Los premios innecesarios son aquellos que se dan solo para que un famoso venga a recogerlo o para hacerle promoción a alguien que por algún motivo te es afín. Por ejemplo, "artista más solidario" para Miguel Bosé, "artista más rockera" para Luz Casal, "personaje más rockero" para José Coronado por su papel en "No habrá paz para los malvados" o "artistas más elegantes" para Sidonie. En fin, creo que unos premios de la música pueden prescindir de categorías así, aunque obviamente se pierda glamour y discurso. En Rolling Stone no opinan lo mismo, qué le vamos a hacer.

La última categoría son los premios ante los que uno no tiene más remedio que decir "En fin...". La resumo en dos pinceladas: el mejor artista del año es Loquillo para la Rolling Stone. Sí, Loquillo. De acuerdo que el premio no especificaba de qué año estábamos hablando, pero resulta chocante, especialmente cuando el galardonado nos explica lo contento que está desde que es colaborador habitual de la revista que da el premio, es decir, que la revista ha decidido premiar a uno de sus entrevistadores por unos supuestos méritos artísticos que este año -2011, entiendo- no han destacado especialmente.

Estoy siendo comedido.

El último premio fue más divertido aún porque fue para el patrocinador del evento. Premio especial a El Corte Inglés "por su labor de ayuda a la música" con doble publirreportaje, tanto del responsable de la revista como del responsable de la empresa. Ciertamente, uno puede pensar que hay instituciones o personas que han ayudado más a la música este año que El Corte Inglés. Quizá no a la gala de entrega de premios de la revista Rolling Stone, pero sí a la música. El año que viene podrían instaurar el premio a la mejor revista de rock y ya cerramos del todo el círculo.

En fin, ya saben lo que yo pienso de los concursos de popularidad: está bien que los haya, está bien verlos desde una distancia pero tampoco hay que tomárselos muy en serio. En cualquier caso, lo suyo sería invertir el orden: primero creas una marca con prestigio y luego la utilizas para promocionarte. Hacerlo al revés, en ocasiones, roza el esperpento.