viernes, diciembre 09, 2011

La forja de un rebelde


Está bien, hablemos de cosas serias. Hablemos de desnudarse. Hablemos de un chico que coge un autobús a Benidorm, ¡a Benidorm!, solamente para demostrarse a sí mismo que puede. Demostrárselo a sí mismo y demostrárselo a los demás, por supuesto. Un chico que coge un autobús y hace cinco, seis horas y cuando llega a la ciudad con rascacielos y olor a crema solar, niños corriendo por las escaleras, terrazas improbables, se da cuenta de que está malo, que efectivamente está malo, ha tenido una recaída, su cuerpo no se va a permitir una tregua, aquello va a ser una lucha constante y él va a ganar esa lucha aunque juegue en terreno contrario, aunque esté solo, aunque lo único con lo que cuente sea un móvil con cámara y una pulserita.

El chico planifica cada día como una etapa de montaña. Hasta ese punto está malo. El sufrimiento para expurgar el sufrimiento de los cuartos de baño, el escozor constante, la angustia... El chico ha ido a Benidorm porque esperaba un milagro y se ha encontrado con un colapso en toda regla. El mar a lo lejos, los vaqueros a destiempo. El chico viaja al verano como el que viaja a Graceland en una canción de Paul Simon. Pasa el primer puerto y luego el segundo y luego el tercero. Duerme y pasa el primer puerto, luego el segundo y luego el tercero...

El chico ve a Ok Go! cantarle "This too shall pass", que es lo que necesita oír. Ha hecho 400 kilómetros para oírles decirle eso y sentirlo como suyo y berrear "No, you can´t keep letting it get you down". ¿Cómo puede explicar ese chico que ahora nada es crucial, cómo explicar con detalles tan pueriles que da igual si su equipo gana un partido o si la chica se deja besar en el momento adecuado? No, el chico quiere perderse en canciones de Love of Lesbian, explorar los días raros... sueña con, algún día, tener el talento para rodar este vídeo o el valor para escribir esta canción.

El chico pasa las etapas reinas y acaba tirado en la hierba de un estadio de fútbol a punto de llorar. No es solo el dolor, es la conciencia de que ya nada podrá con él en el futuro. Que hay un antes y un después de Benidorm y Standstill cerrando su concierto y el camino empedrado hacia una torre improbable que le hace de hotel, viaje de vuelta con la vejiga inflamada durante horas.

El chico baja al metro y piensa en eso, no puede evitarlo. Tiene otros problemas pero recuerda los ictus, los pingüinos, las familias de la media pensión, el olor a crema solar, los gatos invisibles paseando por habitaciones vacías. El chico quiere llorar también ahí, en Tribunal. Quizá porque el chico ya no está tan malo, porque el chico ha pasado por todo eso, aunque "todo esto aún no haya pasado del todo", que le podría decir a los cantantes coreógrafos.

¿Cómo explicar que nada es crucial y todo puede seguir siendo importante? ¿Explicar que "some people have real problems"? ¿Cómo darse cuenta de que todo al final puede ser un padre pre-jubilado tomando unas galletas con una sonrisa mientras las moja en el café?, ¿cómo decirse "a mí esto ya no me tumba" y saber que es verdad, que no te tumba, que es imposible que te tumbe porque estuviste en suficientes hospitales, suficientes autobuses, coronaste cada puerto de montaña, siempre solo, siempre desapercibido, siempre retorciéndote sobre la bici... pero sin bajarte nunca?

Importante, claro. Crucial, no. Para lo bueno y lo malo. A mí denme el talento y el valor porque la resistencia ya la tengo. El maillot a puntos rojos en medio de un archipiélago ajeno. Pucho callado, las luces apagadas, los gritos en mi móvil. La posibilidad de escribir, algún día, sin pretensión alguna, "era 19 de noviembre y tú soltaste que lo importante... son los goles y no los colores". Saber que nadie te va a entender, solo dos o tres personas. Morir por esas dos o tres personas. Tener el valor de morir por esas dos o tres personas.

Ni jaulas ni peceras.

¿Qué hace uno cuando no es Lichis ni Roger Federer? Resiste. Se sobrepone. "Sobreponerse es todo", esa fue la frase del último año de licenciatura, el año de los primeros ansiolíticos. Sobreponerse es todo. Madurar. Algo estúpido me dice que tuve que irme a Benidorm para hacerme un hombre, ¿se han dado cuenta de lo absurdo de todo esto? A mí no me vengan con que si ligo mucho o poco, a mí denme padres que no estén en coma, abuelos que no mueran, cuerpos retorcidos sobre bicicletas imaginarias. Denme todo eso y quédense con la gloria.

Yo me llevo las lágrimas, la bolsa llena de ejercicios, la línea 1 en todas las direcciones posibles.Uno ha enloquecido cuando escucha Standstill y lo entiende. No solo le fascina, sino que lo entiende. Lo repite, lo canta por Tres Cantos, no necesita ni unos cascos para parecer un demente mientras se repite, como un mantra: "Nada es crucial. Sobreponerse es todo".

Y luego -sí, luego- piensa en si 3-4-3 o 4-3-3 y sonríe. ¿Dónde vamos sin sonrisas, Cenicienta?