martes, diciembre 27, 2011

Seis años después


Tengo amigos de un talento impresionante. La semana pasada me dio un ataque de admiración y empecé a dar nombres como loco en las redes sociales, nombres que vienen a ser más o menos los mismos de siempre: Lara Moreno, Pepe Albert de Paco, Manuel Jabois... Justo ese fin de semana cumplía años Andrea Trepat. Es muy probable que ustedes no conozcan a la Trepat pero parece claro que tarde o temprano la conocerán. Aquello fue una pequeña fiesta de amigos, pero de esas que te dejan con una sensación de plenitud reconfortante: oír hablar a María García de Oteyza o a Eduardo Chapero Jackson y saber que su propio talento me libera del mío, es decir, que no hace falta que yo sea la hostia porque ellos ya serán la hostia y está bien así.

Hoy quería hablar de otra cosa. De la piel. No quiero insinuar siquiera que estos otros amigos no tengan talento, simplemente se manejan fuera de los focos. Creo que para ser amigo mío hay que tener un talento notable en algo y ser muy buena persona. Resultar atractivo. Si eres chica, probablemente además seas terriblemente guapa, pero eso tiene que ver con mi síndrome de Stendhal y ya me ayudará el psicólogo a solucionarlo algún día.

Íbamos a lo del atractivo. No quiero llevar la estética a este punto. Para mí alguien atractivo es, literalmente, alguien que me atrae, alguien con quien quiero pasar mucho tiempo. Pongamos seis años de mi vida. Yo soy un hombre de plazos muy cortos y con una estética de francotirador, es decir, que cada cierto tiempo necesito cambiar de azotea y de objetivo y no suelo moverme en grupos numerosos. En esas circunstancias, seis años son una barbaridad y sin embargo son exactamente los que van de diciembre de 2005 a diciembre de 2011.

Algunos de los nombres que estaban ayer, en el bar de entonces, son los mismos que aparecen en mi libro de 2007 y en varias entrevistas sueltas. Yo soy muy de entrevistar a mis amigos porque les admiro. Porque sé que son mejores que yo en tantas cosas que necesito gritarlas bien alto para que todos se enteren. No, no estoy borracho, no se preocupen, simplemente me parece que hay algo especial, algo llamativo en que justo por la mañana lleguen los 50 ejemplares de "Cuando las cosas dejaron de tener sentido" y por la noche estén los mismos personajes tomando mojitos.

La amistad se ve siempre obligada a superar muchas barreras pero, ojo, superar un libro es una de las más altas.

Y en fin, allí estábamos: Fer Cabezas, Carmen Simón, Beatriz Belda, Vega Pérez-Chirinos, Álida Campo, Carmen Cordero, Rocío López e Irene Serrano. Como ven, casi todo chicas. Stendhal de nuevo. Quelle festose giovane invidiar sembrò escribí hace seis años, cuando no me preocupaba tanto mi ego ni mi Barça ni colaboraba en cincuenta revistas. A veces me sentía como el argentino de "Amanece que no es poco" que es invitado a las reuniones de mujeres solo para mirar y que se rían de él. Yo acepto que se rían de mí porque me quieren. Yo acepto su talento y su sombra y su paciencia y su insultante juventud. Porque les quiero.

Y no confundo cinco estrellas con el firmamento. "Mi gente" son ellos. Ellos y muchos más, especialmente tú, por supuesto, pero a la mayoría no la encontrarán en la portada de ninguna revista.

Salvo, claro, que esa revista sea mía.