lunes, enero 02, 2012

La piel y la pupila


La Chica Diploma y yo comentamos las noticias al poco de despertar. Al poco de despertarme yo, quiero decir, porque ella no duerme. Algo de Urdangarín y algo de la NBA. Dependiendo del día puede tocar Nadal o Federer y ahí la risa va por barrios. Luego ella se lanza a un montón de actividades que yo no soy capaz de adivinar y su doble velocidad contrasta con mi slow motion, el lento deambular hasta el baño, la toma perezosa de decisiones. Para cuando he terminado la ducha ella ya ha arreglado el mundo un par de veces y sigue mirando inquieta antes de darlo por bueno.

No tiene que ser fácil ser la Chica Diploma, otra cosa es que ella sonría como si lo fuera, como si la rutina acabara venciendo cualquier expectativa. Lo entrañable es que los dos desayunemos -perdón, que yo desayune, porque ella desayunó hace dos horas- y nos miremos con cara de una cierta incredulidad. Mirarnos es de las cosas que mejor hacemos porque para mirar, de verdad, hay que valer, y la Chica Diploma y yo puede que tengamos algo así como un cartel en la frente que ponga "Handle with care" pero valer, valemos un huevo, eso está claro.

Nos miramos y cerramos agendas. Lo segundo que mejor sabemos hacer es cerrar agendas. Ella, por ejemplo, ya ha cerrado sus vacaciones de verano cuando yo ni siquiera he terminado las de invierno. ¿Ven? Va a una velocidad improbable, una velocidad de 10 kilómetros en menos de una hora cuando yo, para llegar a los 10 kilómetros, necesité unos 3 ó 4 años de vida, calculo.

Yo me limito a las angustias del día a día, la conciencia de que el final de las vacaciones está cerca y la visión de lo que está por llegar como un horror cuando nunca fue un horror y no tiene por qué serlo. Solo hay que dar clase. Puedo dar clase, ¿dónde está el problema? Supongo que en algo que se parece a cerrar agendas sin tener tiempo para mirar. Echar de menos la piel y la pupila. El fin de semana como único resquicio, resquicio que ella aprovecha en ocasiones para sacar sobresaliente en exámenes -toda una vida consagrada al sobresaliente, insisto, como si eso fuera fácil- y yo para ver partidos del Manchester City o el Barcelona o vaya usted a saber...

La Nochevieja estuvo bien. No hubo miradas pero hubo Álida, Jorge y B. justo el día que yo hacía seis años con B. igual que hacía 10 años con L. Soy un chico tan ordenado que me gusta empezar mis relaciones con el año para no perderme. Eso le gustará a la Chica Diploma, supongo. A veces tengo miedo de parecer demasiado soso. Ustedes me leen y creen que no soy soso, pero lo que ven aquí son los "highlights" nada que ver con mi vida normal. Lo que ven aquí es la narrativa, pero no se dice nada de los pasos muertos.

Mi vida normal va muy despacio, muy, muy despacio y siempre acecha el miedo a decepcionar a cualquiera, un miedo lógico si se tiene en cuenta que a veces verme vivir es como verme entrar a canasta, una experiencia eterna, larguísima, en la que en cualquier momento algo o alguien se puede interponer. Yo jugaba al baloncesto como en las películas de Disney. El mundo difuso, alterado, gritón, espídico... y a cámara lenta mis dos pasos y la extensión del brazo derecho. No pasa nada. Que yo viviera como en las películas de Disney, eso sería lo peligroso.