sábado, marzo 03, 2012

De Adam Smith a Mad Max



El mantra resulta fatigoso: “No se puede gastar más de lo que se ingresa”. Normalmente, la sentencia viene acompañada de una coletilla mundana, para todo los públicos: “Eso lo sabe cualquier familia”. La comparación de la gestión del dinero del Estado con la de una familia es confusa. La comparación de la gestión del dinero del Estado con la de una empresa sería quizá más clarificadora aun dejando claro que el objetivo del Estado no es, de por sí, conseguir una plusvalía ni repartir dividendos.

Aunque pudiera pasar.

El mantra además es falso. No solo es falso sino que, teniendo en cuenta que viene repetido por mentes que se hacen pasar por liberales, es una mentira descarada. La base del capitalismo está precisamente en el concepto de inversión, para lo cual es necesario un crédito y una consiguiente deuda. Eso lo sabe cualquiera, no hay que ser un malvado bróker de Wall Street ni un Alessio Rastani de turno para darse cuenta: si todos gastáramos solo lo que ingresamos, no habría emprendedores, no habría empresarios, no habría empresas, no habría puestos de trabajo.

Es muy probable, en cualquier caso, que, de seguir así, ese sea el futuro, pero, insisto, al menos digamos la verdad alguna vez. Acepto la posibilidad de que la situación actual de las arcas españolas, no ya por la cantidad de la deuda sino por el altísimo interés al que se vende, exija medidas excepcionales. Bien, expliquemos las medidas y razonemos por qué se ha llegado hasta este punto. Más que nada para no volver a repetir los mismos errores. No vengamos con generalidades del tipo “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, sin saber quiénes hemos vivido así ni cuáles eran nuestras posibilidades. No vengamos con cuentas del tendero, papel y lápiz, sobre ingresos y gastos. Vayamos a los problemas mismos.

Efectivamente, el dispendio público ha sido notorio en los últimos años. Notorio y hasta cierto punto incontrolado. Nadie vigila a nadie, hasta el punto de que el PP intenta hacer creer que se “ha encontrado” con una desviación del déficit que no esperaba cuando buena parte de esa desviación proviene de las Comunidades que el propio PP gobierna, salvo honrosas excepciones como Madrid. Ahora bien, ese dispendio tiene responsables y esos responsables tienen nombres y apellidos. Antes de fustigarnos a todos y pedirnos comprensión, investiguemos qué se ha hecho mal y quién lo ha hecho, con qué motivos.

Endeudarse puede ser una pésima decisión en determinadas situaciones. Eso sí es razonable. Lo que no es razonable, insisto, es repetir una tontería mil veces. La inversión, el préstamo, la deuda… es la base misma del capitalismo desde sus orígenes, es la condición de posibilidad del empresariado y de la generación de riqueza. Cuando un emprendedor inicia una empresa, obviamente, tiene que asumir unos gastos que no tiene bajo el colchón de casa. Tiene que pedir un crédito. Endeudarse. ¡Pero no por capricho! Se endeuda porque invierte, porque intuye que esa deuda se convertirá en ganancia, en riqueza, en plusvalía. En serio, no hace falta ser Margaret Thatcher para entender algo así.

¿Puede el Estado hacer lo propio? Dependerá de la situación concreta y de la inversión concreta. Pero, desde luego, un estado capitalista, es más, un estado liberal, no debería descartar la posibilidad de endeudarse… siempre que esa deuda no sea para construir aeropuertos sin aviones sino para fomentar una riqueza posterior. Esto está en Adam Smith, pero escuchando a determinados liberales parece que su mundo ideal no es el de Smith sino el de Mel Gibson en Mad Max, una especie de guerra constante de todos contra todos, cada uno a lo suyo.

Todos compiten, pues, menos el Estado. Bien, si esa es la idea, que se diga abiertamente. Es una opción. La otra opción es mantener un cierto déficit, un cierto endeudamiento en la esperanza de que ese dinero se utilice en proyectos que den después un beneficio. Si esa no es la situación de España, que se explique  y se reduzca el gasto. Pero que se den razones y cifras, que no se anden con subterfugios y menos con recetas de la abuela. En serio, si nadie hubiera gastado nunca más de lo que ingresaba seguiríamos en un sistema feudal. Se supone que no es lo que queremos.

Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"