miércoles, septiembre 19, 2012

Tyler Hamilton: dopaje masivo y médicos españoles



“La carrera secreta”, el libro autobiográfico escrito por Tyler Hamilton con la ayuda del periodista Daniel Coyle, ha sido presentado por la prensa como un ataque contra Lance Armstrong y, de hecho, la mayoría de los pasajes filtrados por la editorial tienen que ver con el siete veces ganador del Tour, lo que hace que en España se pierda un poco la perspectiva del libro, como es lógico, porque el lector español no es el destinatario final sino que lo es el lector americano, quien, normalmente, si le sacas de Lance Armstrong y el Tour de Francia no muestra una gran pasión por el ciclismo.

Me atrevería a decir, incluso, que el libro empeora cuando aparece el ex del US Postal: los pasajes sobre Lance Armstrong resutan demasiado sentimentales: qué gracioso era, qué simpático era, cómo cambió, su mirada me daba miedo y un largo etcétera que acaba en la denuncia de coacciones, amenazas físicas y un matonismo que podemos presuponer en el texano teniendo en cuenta otros comentarios pero que no deben eclipsar lo que Hamilton quiere contar realmente: el dopaje sistemático, equipo por equipo, ciclista por ciclista, durante al menos sus años de profesional en la élite.

Es un libro devastador por la naturalidad con la que Hamilton lo cuenta todo: desde sus principios como neoprofesional sin aspiraciones, sus primeros años en el embrión del US Postal, las carreras en Europa donde apenas podían ir al ritmo de los demás ciclistas en las etapas llanas porque todo el mundo había enloquecido y el equipo insistía en correr paniagua (término escrito en español que el ciclista utiliza en la edición inglesa), acumulando posiciones muy modestas pese a un encomiable tesón competitivo.

La cosa cambia cuando US Postal, viendo como está el patio, decide cambiar a su médico de toda la vida y fichar –oh, sorpresa-  a un médico español, que empieza a preparar junto a Johnny Weltz, en aquel momento director deportivo del equipo y ex corredor de la ONCE de Manolo Saiz y Eufemiano Fuentes, las temporadas a la manera europea, es decir, con huevos de testosterona y bolsitas blancas llenas de EPO en los tiempos en los que la EPO era indetectable en el organismo y no había más indicador que el nivel de hematocrito en sangre, que no podía superar el 50%.

Para que se hagan una idea, el propio Hamilton comenta como rumor que, antes de que se implantara esta norma del 50%, Riis corrió el Tour de 1995 con niveles superiores al 56%. Posteriormente, el cuidador del equipo Telekom afirmaría que en 1996, el Tour que sí ganó el danés, llegaría a superar el 60%, cifra que me parece difícil de creer incluso a nivel médico, pero que es indicativa de la barra libre que estaba de moda en aquellos tiempos. Para los no iniciados, la EPO eleva el número de glóbulos rojos en la sangre, permite una mayor recuperación, oxigena rápidamente el cuerpo cuando es preciso y puede mejorar las prestaciones de un corredor en un 15-20%. Imagínense lo que era para el “pobre” Hamilton correr paniagua. Ni se enteraba de la película.

Afortunadamente, su comprensivo nuevo médico español, en un momento dado, decide darle una oportunidad. Quien dice una oportunidad, dice testosterona. Luego le incluye en el “equipo A” que recibirá bolsitas de EPO para el Tour de Francia. Junto al dopaje vienen las instrucciones: el ciclista se tiene que convertir en un químico para saber cuánto tiempo tarda la sustancia en hacer efecto, cuándo la elimina el cuerpo de manera que no pueda ser detectada, cómo bajar y subir el hematocrito según la hora a la que vengan los “vampiros” a hacer el análisis correspondiente y un largo etcétera de reglas de  las que depende el resto de su carrera deportiva.

El ciclista alemán Bernhard Kohl, tercero en el Tour de 2008 y líder de la montaña de aquella edición tras varias exhibiciones, ya declaró después de dar positivo en aquella misma carrera: “Me han hecho pruebas anti-doping 200 veces en mi carrera, en 100 iba dopado. Solo me han pillado en una, en las otras 99 no encontraron nada. Creo que el problema es que el ciclista ha acabado por sentirse impune”. Efectivamente, eso mismo le pasó a Hamilton y, según él, a todos sus compañeros del US Postal, incluido por supuesto Lance Armstrong, cuya relación con el doctor Michele Ferrari aparece definida en el libro como enfermiza. Una relación que -se sospecha- se alargó incluso a sus años de regreso a la carrera en el Astaná de Contador y después el Radio Shack sin que haya podido probarse...

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