lunes, noviembre 12, 2012

El riesgo del presente, una explicación sobre ex novias


En la película "Closer", Jude Law, fingiendo ser una adicta al sexo online, le preguntaba a Clive Owen en quién pensaba cuando se masturbaba.

- Ex novias.
- ¿Nunca actuales?
- Nunca.

La conversación me impactó en su momento y no porque yo me masturbe más o menos pensando en novias o ex novias, que obviamente es algo que no voy a comentar aquí, sino porque yo siempre escribo sobre ex novias y pocas veces sobre novias y creo que eso merece una cierta explicación, de lo contrario voy a parecer el típico llorica para el que cualquier tiempo pasado fue mejor, incapaz de disfrutar de lo que tiene en el día a día.

Si yo no escribo sobre mis novias. Si yo no escribo sobre la Chica Diploma cada día, sobre la magia de los fines de semana en casa haciendo el payaso los dos juntos y nuestra capacidad para pasarnos el tiempo riendo y queriéndonos y protegiéndonos y a la vez sintiéndonos protegidos y queridos... es simplemente porque tengo miedo a meter la pata. Uno no puede meter la pata con el pasado. Fue así o no. Punto. La Chica Pop no va a venir a decirme ahora: "Oye, en realidad yo sí fui a ese concierto de Blur y en ningún momento me sentí especialmente sola durante esa época". No me lo va a decir, cantaba Sabina, porque ya no le importa.

El riesgo del presente es que, normalmente, sí que nos importa. Bastante. Escribir, tal y como yo lo disfruto, tiene una parte de ensoñación y melancolía que hace que la realidad muchas veces quede en segundo plano. Lo que hablaba ayer de los espejismos. Mi vida escrita es el espejismo de mi vida real y me parece bien porque mi vida real no quiere ser el espejismo de nada. A lo largo de los años mucha gente me ha acusado de vivir como si quisiera escribir un libro, de buscar historias turbias, extrañas, exóticas en mi día a día para luego pasarlas a novelas. Es falso. Y si no es falso, desde luego es inconsciente. La mayoría de las veces que he encontrado a alguien literaturizable correspondía a un personaje que yo ya había literaturizado antes de encontrarme a la persona en cuestión.

Pero para eso no hace falta ser escritor, basta con haber leído algún libro o haber visto alguna película. Las series también me valen.

La literaturización de la vida implica por lo tanto alejar la vida real lo más posible de esa literatura y enfocar la escritura en el pasado. A mí me encantaría poder contar con todo mi amor y toda mi sangre las mil cosas maravillosas que me ocurren con la Chica Diploma. Vacas y caballitos. Pero ni siquiera me atrevo aún a contar lo que pasó con mi Novia de los Noventa, precisamente porque la quería demasiado, porque era todo demasiado bonito como para estropearlo contándolo aquí o, más bien, porque al ser bonito, no necesita la catarsis de la dramatización. En absoluto.

Así, quedarán la Chica Langosta, la Pícara Valenciana, Hache, la Chica Portada, la Chica Pop, incluso L. o B. o M.... pero si quedan, precisamente, es porque son muescas de mis fracasos y yo no tengo ninguna necesidad de hablar de mis éxitos. Lo que no quiere decir que sea tonto y no me dé cuenta. Claro que me doy cuenta. Cuando me acuesto con su cabeza en mi hombro y me despierto mientras imita a un potrillo.