viernes, diciembre 21, 2012

El último baile de Joe Arlauckas


Joe Arlauckas llegó a España a los 23 años después de un breve paso por los Sacramento Kings de la NBA y la Juvecaserta italiana de Oscar Schmidt Becerra. Su destino no tenía demasiado glamour, precisamente: el Caja de Ronda era un equipo de mitad de tabla para abajo, acostumbrado a ascender y descender y que disfrutaba del apogeo tardo-ochentero de las Cajas de Ahorro vinculadas al baloncesto en una ciudad como Málaga donde competía con el Mayoral Maristas de Mike y Ray Smith, probablemente los mejores extranjeros de la liga.

El fichaje de Arlauckas, sin embargo, revitalizó por completo al equipo, completando un quinteto inicial histórico con Fede Ramiro, Luis Blanco, Rafa Vecina y Ricky Brown. A base de jugar 40 minutos por partido, con escasos relevos puntuales ordenados por Mario Pesquera en el banquillo, el Caja de Ronda pasó de ser un equipo comparsa a disputar los play-offs por el título con sus posesiones largas, tediosas, que acababan generalmente con un balón interior para cualquiera de sus tres pívots —Arlauckas solía salirse a jugar de alero pero su obsesión era el bote hacia dentro, todo potencia, una especie de Karl Malone blanco— o un triple de Ramiro o el escolta de turno.

Sus buenos números no pasaron desapercibidos a Josean Querejeta, un tipo al que normalmente no le pasa desapercibido nada de lo que tenga que ver con el baloncesto. Tras dos años en Málaga, Arlauckas fichó por el Taugrés, equipo heredero del Caja de Álava, en verano de 1990, y empezó lo que sería una trayectoria espectacular, probablemente la mejor de un estadounidense en la moderna liga ACB. En su primer año en Vitoria compartió vestuario con Pablo Laso, Chicho Sibilio, Scott Roth, Ramón Rivas, el mítico Alberto Ortega… El Taugrés estaba dando el paso de un buen equipo a uno de los grandes de España y en eso tuvo mucho que ver el propio Arlauckas, que consiguió el premio al mejor extranjero de la liga otorgado por la revista Gigantes durante tres años consecutivos: 1992, 1993 y 1994, este último ya en el Real Madrid.

Aquel Taugrés era un equipo rápido, explosivo, capaz de grandes parciales a favor y en contra. Con los años fueron apareciendo los Nicola y compañía, chicos adolescentes sacados de la cantera argentina, pero la estrella seguía siendo la misma: Joe Arlauckas, también obligado a sostener al equipo jugándose los 40 minutos y corriendo contraataques como loco, con Pablo Laso poniéndole el balón en el lugar preciso. Si Arlauckas era Malone, Laso era Stockton. Verles jugar juntos maravillaba a cualquiera: en 1991, dieron la campanada eliminando al Real Madrid y solo perdieron contra el Montigalá Joventut en semifinales; en 1992, el equipo repitió semifinales, poniendo contra las cuerdas de nuevo al Madrid de Clifford Luyk, que solo pudo ganar en cinco partidos. El tercer año, más modesto, el Taugrés cayó eliminado en octavos de final ante el Elosúa León de Xavi Fernández. Eso sí, Arlauckas fue nombrado MVP de la Copa del Rey de aquel año, que ganaría el Real Madrid de Sabonis

Y precisamente al Real Madrid de Sabonis viajó el estadounidense, a sus ya 28 años, dispuesto, como todos, a “ganar títulos”. Al principio, había dudas sobre su ubicación en el campo: en Caja de Ronda había sido un alero que jugaba por dentro, en el Taugrés, un ala-pivot con facilidad para el tiro de cuatro-cinco metros… ¿qué sería en el Madrid de Antonio Martín y Arvydas Sabonis? Su primer partido oficial, ante el Unicaja Polti, lo perdería, con una actuación algo discreta: 9 puntos, 11 rebotes y un pobre 4/11 en tiros de campo, alternando las posiciones de alero y pívot. Aquel Real Madrid venía de ganar el doblete y jugaba por y para Sabonis, cosa muy lógica, con las amenazas exteriores de los veteranos Kurtinaitis, Biriukov y Cargol y el extenuante trabajo defensivo de dos “juniors” como José Lasa, Isma Santos y el repescado Javier García Coll, héroe estudiantil en los 80, que acababa su carrera como tantos otros, en el eterno rival.

No le fue mal la cosa a Arlauckas. Poco a poco fue reivindicando su estatus, comiéndole minutos a Cargol y a Antonio Martín, sobre todo, y llevó al equipo a ganar la liga frente al Barcelona con 18 puntos de media por partido.

Su siguiente año fue aún mejor, con Zeljko Obradovic en el banquillo. Sabonis estaba en su esplendor, con partidos por encima de los 60 puntos de valoración, y Arlauckas era su fiel escudero. Sin duda, formaban la pareja interior más fuerte de Europa y lo demostraron en Zaragoza, donde consiguieron la octava Copa de Europa para el Real Madrid, la única que ha conseguido el club blanco en los últimos 32 años. Todo el mundo recuerda el partido de Sabonis, por supuesto, incluso la defensa de García Coll, pero Arlauckas no anduvo a la zaga, con 16 puntos y hasta 21 lanzamientos a canasta, buena muestra de su importancia en el equipo.

Aquella fue la última temporada de Sabonis en Madrid y el club entró en una especie de zozobra: Arlauckas se quedó como única referencia hasta la llegada de Dejan Bodiroga y Alberto Herreros en 1996. Se suponía que el Madrid había formado un equipo de ensueño, pero aquellos años se saldaron con solo una Eurocup —antigua Recopa— con exhibición incluida de Joe en Bolonia ante la Virtus: 63 puntos en una serie de 24 de 28 en tiros de 2 y 15 de 18 en tiros libres. Sigue siendo el record absoluto de la competición hasta la fecha y tiene pinta de que el récord durará bastante en unos tiempos donde muchos equipos ni siquiera llegan a los 63 puntos en total.

Los últimos años de Arlauckas en el Madrid fueron duros: más allá de la treintena, las lesiones empezaron a hacer mella junto a una cierta pérdida de protagonismo en el ataque: en la temporada 1996/97 solo pudo jugar 24 partidos aún a un nivel monstruoso, como atestigua su exhibición europea. En la 1997/98, sin embargo, fue cortado al poco de terminar la primera vuelta por su entrenador, Miguel Ángel Martín, con quien mantuvo una relación algo más que tensa. “En diez años en España no he tenido problemas, hasta que ha llegado este tío al que no pienso nombrar”, dijo Joe en su despedida. “El Cura” respondió: “Es un vago, todo el mundo lo sabe, por eso nadie lo quiere fichar”.

El caso es que el propio Martín fue cesado poco después, en ese club a la deriva que fue el Madrid post-Sabonis y que ha venido siendo, con momentos puntuales de esplendor, desde entonces.
Arlauckas tenía 33 años y un pedigrí importante en Europa. Quizá le faltara el atletismo de sus primeros años, esos contraataques fulgurantes culminados en mate inclinado a una mano, colgando casi el codo de la canasta mientras se reía de la hinchada del fondo rival. Pero un tío que viene de meterle 63 puntos a la Virtus de Bolonia no podía ser ni un vago ni podía estar acabado, así que el baloncesto griego, en su esplendor económico, apostó por él, en concreto el AEK de Atenas, que luchaba por combatir la dictadura de los Panathinaikos, Olympiakos, PAOK y Aris de Salónica…

El paso del baloncesto español al griego fue mortal para Arlauckas, que nunca supo adaptarse a ese juego parsimonioso, agónico, de posesiones eternas y marcadores ridículos. Un montón de multimillonarios jugando como universitarios al mando de los poderosos entrenadores yugoslavos de la época. Su equipo venía de perder la final de la Liga Europea el año anterior precisamente ante la Virtus de Bolonia, entrenada por Ettore Messina, después de anotar unos ridículos 44 puntos. Arlauckas llegó para aportar anotación y dinamismo y algo de eso hizo, pues rondó los 14 puntos por partido, pero el equipo no logró los objetivos marcados: jugó la final de Copa, pero la perdió contra el PAOK de Salónica. A lo largo de la temporada vio cómo hasta tres distintos entrenadores se sentaban en su banquillo: Giorgios Kalafakatis, el joven Fotis Katsikaris y el mítico Kostas Politis.

El fichaje de Dusan Ivkovic como técnico supuso la salida de Arlauckas, que tuvo que buscar refugio en el Aris de Salónica ya con la temporada 1999/2000 iniciada. El Aris estaba muy lejos de los tiempos de Gallis, Giannakis y compañía, cuando llegaba a Final Fours con asiduidad y representaba casi en exclusiva el baloncesto griego por Europa. Pese a todo, y gracias a jugadores como Charles Shackleford, Zarko Paspalj, Tiit Sokk, Mario Boni y el eterno “PiculínOrtiz, el Aris había conseguido ganar la Korac de 1997 y la Copa griega de 1998. Con el equipo fuera de posiciones de play-offs y dado el bajo rendimiento de su americano Darnell Robinson, la directiva decidió fijarse en Arlauckas, quien el 27 de diciembre de 1999, a los 35 años, debutaba por última vez en su quinto club europeo.

El Aris era un equipo con problemas económicos y continuos cambios en el banquillo y la directiva. Con todo en contra y pese a las bajas de hasta cinco jugadores a lo largo de la temporada por diversos problemas, Arlauckas consiguió liderar a sus compañeros hasta los play-offs, donde cayeron en primera ronda. El ganador de aquella liga sería el Panathinaikos, con su excompañero Dejan Bodiroga como estrella indiscutible. Más preocupado de su familia que del baloncesto y con 36 años ya cumplidos, uno de los mejores ala-pivots del baloncesto europeo de los 90, anunciaba su retirada.

Artículo publicado originalmente en la revista JotDown, dentro de la sección "El último baile"