viernes, febrero 01, 2013

Cómo desaparecer completamente


Hace unos años, ya tuve una crisis existencial que estuvo a punto de llevarme a Canarias. Cuando digo "a punto", exagero, como siempre, lo más que hice fue añadir Gran Canaria y Tenerife a mis destinos preferidos en las alertas de trabajo de Infojobs. Eso sí, créanme, si en ese momento, mediados de 2004, hubiera surgido cualquier cosa en Lanzarote, Fuerteventura, Santa Cruz, Las Palmas... donde fuera, me habría ido.

¿Por qué las Canarias? Supongo que en parte porque soy un cobarde. Me explico: soy tan español que doy asco, no creo que deje nunca este país salvo para irme a Nueva York, que es un poco una ciudad de todos, pero más española quizá que cualquier otra cosa. Incluso Londres me da pavor, con su comida espantosa y su lluvia constante. En las Islas Canarias el tiempo existe, seguro, pero no lo notas. Las angustias están ahí pero no rebotan contra las paredes sino que se pierden en los volcanes. Lo más importante: puede que a ti te siga preocupando el mundo, pero al mundo le das igual. La sensación que tienes cuando vas allí es que a nadie le importa lo que hagas, que es completamente trivial, y eso para un obsesivo-compulsivo es una bendición, desde luego.

La situación se repite años más tarde, aunque quizá nunca se haya ido. En 2011 tenía preparada la escritura de una novela llamada "Fuerteventura" sobre un escritor cuyo padre muere -yo entonces no sabía nada, lo juro- y decide irse a la isla a escribir su siguiente libro. Allí se enamora de una adolescente a la que da clases de inglés, un rollo más "La rodilla de Clara" que "Lolita", la verdad, y formaría parte de una trama que empezaría ahí y no sé muy bien dónde acabaría porque pasó 2011, pasó 2012, entramos en 2013 y la novela sigue sin empezar.

De hecho, la idea en su momento fue empezarla en la propia Fuerteventura. Teníamos los billetes comprados, el hotel reservado y una guía detallada de Mariam Hernández con lo más interesante de la isla porque la Chica Diploma no se creía que lo más interesante de la isla fuera el vacío. La realidad se impuso a la literatura: nos equivocamos de fechas, lo cruzamos todo, al final acabamos en San Vicente de la Barquera y, quién sabe, de no haber pasado todo eso, a lo mejor ahora tenía una novela maravillosa escrita... y ninguna boda programada para septiembre.

De la necesidad de huir ya hablaba precisamente mi anterior novela, la impublicada "El Pingüino". Como además de cobarde, soy torpe, mis novelas no se publican. Podría decir que soy un mal escritor de ficción pero no lo creo así que les ahorro mi falsa modestia. Es una muy buena novela cuyo único eje no es ya Iratxe Añorga sino el concepto de rendirse y desaparecer. Desaparecer completamente. Hay veces que me dan ganas de hacer de madre de John Kennedy Toole y pasearme editorial a editorial, desgarrado, pidiendo a gritos la publicación de mi libro. Creo que Diego e Iratxe se lo merecen. Y Viggo, por encima de todos Viggo, que, en parte, también es mi padre, claro. Físicamente, al menos.

Entre la novela en que mi padre mata y la novela en que mi padre muere quedan los libros deportivos de no ficción, que son divertidos y dan algo de dinero y eso está muy bien. El lunes creo que sale el de Debate, que explica la resolución USADA y aprovecha para vincularla con el sumario de la Operación Puerto. "Ganar es de horteras" sigue vendiéndose a un muy buen nivel, sobre todo para tratarse de una apuesta totalmente ajena a la industria literaria. Tengo 2550 seguidores en Twitter y mi novia es la chica más guapa e inteligente del mundo. Al menos del mundo occidental, en el oriental ella siente que tiene problemas.

Y, sin embargo, yo sueño con las Canarias todavía. Sueño que en las Canarias no habrá juicios farsa ni tesoreros rencorosos ni periodistas vendidos ni clases insufribles con alumnos nada motivados ni me dolerá España aunque siga en España -a la Chica Diploma le encanta eso de "Me duele España", a mí también, por eso se lo digo todo el rato- porque "España", lo que es la "España" de verdad, la de la EPO y los sobres quedará muy lejos y puede que allí no tengamos trabajo ni expectativas, pero, ¿qué importa? Nadie nos mirará raro. Nadie nos mirará, de hecho. El encanto del anonimato. Cómo desaparecer completamente sin necesidad de flotar por el Liffey.