sábado, marzo 02, 2013

El club de los 27


El taxi que me lleva a la COPE tiene puesta Onda Cero. Es una costumbre de madrugada. El programa en cuestión se llama "La parroquia" y tiene pinta de estar bien y ser ameno, quizás un poco excesivo en las formas, pero al fin y al cabo es jueves para viernes, las dos y pico de la mañana, ¿quién se va a preocupar de las formas en un momento así? He estado haciendo tiempo viendo "21 días en la cárcel", un programa con el que he aprendido que una de las cosas que más echas de menos en la cárcel es la libertad.

Bravo.

Llevo en mi bolsillo derecho un libro sobre la correspondencia entre Karl Marx y Abraham Lincoln que está bastante bien pero es engañoso: no hay tal correspondencia, solo un mensaje de felicitación, en 1864, de la AIT a Lincoln, supuestamente escrito por Marx, y la respuesta breve de agradecimiento, supuestamente escrita por Lincoln, pero firmada por el embajador de Estados Unidos en Londres. En cualquier caso, ya digo, el libro está bien y ayuda a entender bastantes cosas: por ejemplo, cómo los sectores más radicales de la incipiente "izquierda" europea apoyaban al Sur, que encarnaba el mundo agrario, el asamblearismo y la inviolable autodeterminación de los pueblos. Marx fue de los pocos que vio claro que aquello no era sino el capricho de 300.000 propietarios de esclavos que no querían perder sus pertenencias y que el camino de la emancipación estaba en el Norte, entre otras cosas, supongo, porque Marx necesitaba el capitalismo del Norte para que surgiera el proletario del Norte y a partir de su conciencia pudiera darse la Revolución.

Lo curioso es que al final las únicas revoluciones dignas de ese nombre hayan surgido precisamente en contextos agrarios, alejados de las profecías marxistas, pero esa es otra historia y así han acabado todas.

Ya en el estudio, estoy ausente, perdido en un partido de los Clippers contra los Pacers. Perdido en un día agotador de oncólogos y visitas tristísimas y horas y horas de trabajo que no acaban nunca. Cuando llega mi turno, saco mi sonrisa de la nada, como hace Elena Grandal cuando tiene que ponerse a leer tuits, emails o mensajes, y hablo sobre "el club de los 27", el nombre que dio la madre de Kurt Cobain al grupo de músicos que murieron a su edad y que incluye, entre muchos otros, a Brian Jones, Alan Wilson, Jimi Hendrix, Janis Joplin, el propio Kurt Cobain, Amy Winehouse... y Cecilia, añade Lartaun al final de la sección, justo antes de las señales horarias.

Luego, lo habitual, un respiro para las noticias, un pitillo en la puerta de salida, la puesta al día de los distintos proyectos -"El rastro de la mentira" sigue número uno en Amazon en la sección de periodismo; "Ganar es de horteras" está a unos 10 ejemplares de agotar su segunda edición- y el taxi de vuelta, que no lleva puesta "La parroquia". De hecho, no lleva puesto nada, y aprovecho para echar un vistazo a Twitter y leer que alguien dice que sé mucho de todo, lo que a mí me da pánico porque es mentira: no sé nada de casi nada. Creí que sabía de fútbol hasta que fui a una cena De Kuip y la gente se puso a enumerar equipos que empezaban por la M durante media hora seguida.

Miro las listas de ventas cada día, las estadísticas, el número de seguidores, los "me gusta" de cada artículo... y sin embargo me aterra la idea de no pasar desapercibido. Ya ves, soy un loco...

El camino es el de siempre: recto hasta Atocha, Santa María de la Cabeza, Batalla del Salado, Plaza de la Beata María Ana... y cuando estamos subiendo Alicante, no sé por qué, me doy cuenta de que mi abrigo huele a mi padre. No exactamente a mi padre sino a la casa de mi padre y su mujer, el mismo olor que le acompaña desde el ictus de 2010 y que se le pega cada vez que pasa unos meses en Madrid, aunque puede que sea todo producto de mi imaginación y el propio taxi huela así porque qué culpa va a tener mi abrigo ahora de toda esta sucesión de pequeñas miserias.