viernes, mayo 10, 2013

Guille Melancólico


Al Guille Enfurecido le sigue el Guille Melancólico. Es el ciclo de la vida, nada de lo que alarmarse. Un Guille Melancólico que se arrastra por la calle para comer con Fer Cabezas y ser el peor compañero posible de mesa: un compañero abúlico, perdido, agotado, que se traba con las palabras o las olvida. Un Guille Autocomplaciente. A mi alrededor, el Guille Autocomplaciente no gusta y eso yo lo sé, pero qué remedio queda, de vez en cuando habrá que sacarlo a pasear porque si no uno tendría que acabar poniendo un anuncio en el periódico que ponga: "Hola, mi padre se ha muerto y he entrado en una depresión de caballo, ¿alguien que se anime a hablar de ello conmigo?" Y, claro, me resultaría carísimo. Más incluso que el psicólogo.

Así que Guille Melancólico repite tres veces a su amigo que le va a ver el martes cuando le va a ver el domingo y da la siguiente clase como puede y luego pasea por Malasaña hasta Sol, por Sol hasta Atocha y espera a la Chica Diploma para dar un paseo por el Barrio de las Letras temerosos de las nubes negras, una enorme nube negra en forma de metáfora demasiado manida. Nos metemos en el bar donde estuvimos la primera vez que salimos juntos a tomar algo después de besarnos en mi casa. No ha sido nada preconcebido: los dos hablábamos por teléfono sobre pequeñas miserias y de repente el bar se apareció en el cruce de la calle Santa María con Moratín. Yo fui a sentarme en la misma mesa pero la Chica Diploma fue más lista y me llevó a otro rincón, porque las relaciones que se sienten seguras en las repeticiones se estancan con facilidad y necesariamente empiezan a oler mal.

Es un momento agradable, un momento poco Enfurecido, poco Melancólico, poco Autocomplaciente. Calculamos fotos y cartulinas y una vez pagada la Coca Cola y el Trinaté volvemos a Atocha y bajamos por Méndez Álvaro, un paseo más largo y más feo que el de Delicias pero que, de nuevo, supone un cambio que aleja de la rutina. Conviene aclarar que ya no estoy ausente sino solamente un poco perdido. Cinco días para los 36 años.. En la tele, un aspirante a propietario de un bar habla del dinero que consiguió para montar el local y la fe que tuvo su familia en él. En determinados campos, o tienes fe, o tienes familia con dinero que tenga fe en ti.

Hace seis años, empecé una serie de reportajes que se llamaba "El talento y el valor". Yo presumía de valor más que de talento y busqué con mayor o menor éxito otros artistas que cumplieran ambos requisitos. Mi frase de moda era "Conozco gente que ha triunfado sin tener talento pero a nadie que haya triunfado sin tener valor". Pues bien, yo ya no tengo valor. Es triste y probablemente sea circunstancial porque el valor, como Capello, va y viene, pero ni tengo valor ni siento ninguna fe a mi alrededor y si tengo algo de dinero es simplemente porque no tengo padre y reconocerán que es una condición algo perversa. Queda por saber si al menos tengo talento, pero con "oficio", a estas alturas me vale.

Es una de las cosas que no le explico a la Chica Diploma, yo creo que por pudor: que aparte de todo lo demás: de la muerte, de la dignísima gente rastrera, de las incompetencias, de una cierta necesidad de mimos, muchos mimos... está la lucha constante por abrirse hueco en un mundo que requiere muchas llamadas, muchas esperas y mucho empeño para conseguir muy pocos resultados. Y para todo eso se necesita el valor de luchar, de no rendirte, de pelear y estar donde hay que estar y hablar con la gente correcta y yo, que nunca he servido para eso, ahora mismo no puedo ni planteármelo. No puedo plantearme nada más allá de ir a la COPE de madrugada y hablar con Lartaun de Azumendi de presidentes asesinados en los Estados Unidos y la conocida retahila de casualidades entre el asesino de Kennedy y el de Lincoln sin olvidar otras casualidades que tienen que ver con Garfield y McKinley, los dos olvidados.

Lo que debería quedar de todo esto son precisamente los programas de la COPE, los artículos de JotDown, las columnas de El Imparcial, los reportajes y entrevistas para UNFOLLOW y la conciencia de que todo se hizo bien, quizá no tan bien como para ganarse la vida pero que se hizo bien, que fue un gran trabajo, que puedo estar orgulloso y dormir tranquilo por la noche, cosa que no consigo porque al llegar a casa me pongo con mi iPad a mirar todo tipo de absurdeces, en general vídeos de Alfredo Landa en los Goya, muertes de Dalí e incluso goles de Iniesta en el minuto 116, todo con tal de retrasar el sueño, que al final, como es natural con este agotamiento, acaba llegando.