lunes, junio 03, 2013

De Matilde Urbach a la Chica Diploma


Yo creo que Matilde Urbach sabía muy bien lo que hacía y cuál era la mejor manera de pasar a la historia. Una camiseta que me regalaron hace cinco años y que me sigo poniendo de vez en cuando como advertencia dice, en grandes letras blancas sobre fondo rojo: "Be careful or you´ll end up in my novel". El texto sigue causando un gran impacto entre mis estudiantes de inglés pero pasó desapercibido durante noches y noches buscando chicas novelescas hasta que mi fisioterapeuta se enamoró de mí sin que yo llegara a acertar el porqué, aunque supongo que la camiseta no tenía nada que ver y que probablemente incluso le encontrara algún pequeño agujero en una costura, su pasatiempo favorito.

En cualquier caso, creo que hay dos maneras de aparecer en una obra literaria: una es intensa y hasta aburrida, la otra es fugaz y demoledora. Cualquiera de las mujeres que pasan por la vida sentimental de un escritor -cualquiera de los hombres que pasan por la vida sentimental de una escritora- casi se garantiza un recuerdo o una aparición en bastantes de las novelas o poesías del autor o la autora en cuestión. Ahora bien, las que no pasaron, las que se negaron a pasar, las que jamás desfallecieron en nuestro abrazo, esas, se ganan el cielo, y esto es así porque somos gente dramática.

Yo, en su día, escribí un relato llamado "Matilde Urbach" y hablaba de la boda de una chica a la que en su día le había cogído la mano en el Parque de Atracciones cuando teníamos 13 años. Estábamos en el Pasaje del Terror y una de las reglas era ir en grupo con las manos cogidas, así que tampoco estamos hablando del momento más romántico del mundo.

Solo que para mí lo fue.

Para mí fue la culminación de años enamorado de esa chica cuyo pánico dependía ahora de que mi mano la tranquilizara lo suficiente. Un excelente ejercicio de táctica, si quieren, pero poco más. Después nos perdimos, llovió, todo se convirtió en un libro y ni aun así hubo abrazo desfallecido. No hubo nada. Solo un molesto: "¿Deberíamos encontrar a estos, no?" que chocaba frontalmente con mis ideas al respecto. Todo esto fue antes de que empezaran a emitir "Dawson Crece", pero la situación, imposible negarlo, se parece.

En fin, ayer me acordaba de la Matilde Urbach original y hoy he soñado con la Chica Langosta, que es otra Matilde Urbach de manual. En el sueño, estaba corriendo una especie de maratón popular -no me pregunten por qué, no tiene ningún sentido- y de repente al pasar por unas oficinas -lo típico en las maratones- me encontraba con ella y le decía algo que sabía que tenía que decirle. Una anécdota que tenía que ver con ella y con Francia, solo que no me acordaba de la anécdota y ella se quedaba bastante perpleja y no sabía bien qué contestar así que sonreía. La Chica Langosta me sonreía mucho cuando no sabía qué contestar, cosa que era muy frecuente en nuestra relación.

De todas maneras, saliéndonos ya de los dramatismos literarios y volviendo a la vida, porque la vida lo es todo, yo creo que es mucho mejor ser la Chica Diploma que cualquier Matilde Urbach, aunque, ya digo, es probable que su nombre, aunque sea por pudor, no pase en ningún momento a la historia de la literatura y entendería hasta cierto punto un tímido ataque de celos a ese respecto, pero es que no se puede tener todo: la felicidad real y el dramatismo. La Chica Diploma y yo, en la puerta del Parque de Atracciones, sin entrar en absoluto en ningún Pasaje del Terror, bordeando la valla para llegar al Zoo. Ella ha estado en el Zoo con todas sus anteriores parejas, yo no he estado en los últimos 25 años con nadie. Es un lugar entrañable, un lugar al que llegamos después de andar unos 10 kilómetros y pasar antes por Casa Mingo a comer una tortilla y un pollo asado con el habitual buen trato de sus camareros.

Hay niños por todos lados. La Chica Diploma se sorprende de que me pase la tarde mirando niños como si fuera a raptarlos, cuando la que siempre ha querido raptarlos ha sido ella. El atractivo de los niños. Los 36 años, supongo. Niños en carritos, niños llorando y niños con los brazos llenos de chocolate, todos cruzándose por nuestro paseo mientras yo me cuelgo de ella como si fuera un koala y la beso mil veces entusiasmado mientras se preocupa por la alimentación de los gorilas y las gacelas.

Es el gran momento del fin de semana. No es que los demás estuvieran mal, pero tenían un punto literario, con lo que ello implica: la Feria del Libro atestada el sábado por la mañana, paseo con Pancho Varona buscando autores que no están, saludos fugaces, charlas de fútbol con Andrés Marchante, negociaciones furtivas para ir a firmar más pronto que tarde -y sí, yo quiero ir a firmar a la Feria del Libro de Madrid y quiero ir al zoo con la Chica Diploma pero lo que quiero que se entienda es que en una cosa me va el ego y en otra la vida-. Por la tarde, la presentación de Manuel Jabois, con ese punto de no saber dónde meterte y acabar jugando con el niño en lugar de con los padres o preferir la firma de la madre que la de Elvira Lindo por pura timidez. Charlar con Julián, de Pepitas de Calabaza, y con el gran Iñaki Uriarte, cuyos "Diarios" ya tuvieron una reseña en este blog hace un tiempo. Si a Uriarte le dieran un euro por cada vez que le preguntan cuándo va a sacar la tercera edición de sus diarios, no tendría necesidad alguna de sacar ninguna edición de nada durante el resto de su vida.

Un sábado que acaba con Aleix Saló en un bar cerca de Olavide, los dos con un poco de frío, charlando como los chavales que en el fondo somos, sin grandes aires. Aleix y yo nos respetamos y yo diría que incluso nos queremos porque presuponemos que el otro es muy listo y que no necesita que se lo digan porque ya se lo han dicho mil veces así que nos dejamos de chorradas y vamos al grano... y el grano es mucho y los dos necesitamos pensar y darle vueltas a las cosas y buscar soluciones o caminos que se salgan de lo habitual. Porque lo habitual está ya plagado de camionetas. Lo habitual es un enorme atasco. Lo habitual es el análisis simplista cuando lo que hay que hacer es pelearse con la realidad, valorarla, luchar contra ella hasta hacerse su amiga, es decir, hasta que Matilde Urbach se convierta en la Chica Diploma y Jay Gatsby pueda por fin sentar la cabeza.