domingo, junio 23, 2013

Dos Ninas para un Chejov



No hay cine, y como no hay cine, la televisión se nutre de actores y actrices "estrella", de esos que se supone que pueden levantar una producción solo con su nombre o su rostro remotamente conocido, en detrimento de los "jornaleros" que antes tenían ese mínimo respiro para comer y poder vivir de su profesión o incluso empezar en ella. Esto es terrible, sin duda, pero puede ser excelente para la escena del teatro alternativo -a la que van a ir a parar, irremediablemente- si se sabe aprovechar bien. Otra cosa es que se gane lo mismo y sea igual de gratificante. No, no lo es. Pero es algo.

Un abuso común de la escena "independiente" es el gusto por el exceso, la encerrona al espectador o la broma privada: obras de actores escritas por actores, dirigidas por actores y que solo interesan a sus amigos actores ante el desconcierto del público general. En ese sentido, la entrada de "Dos Ninas para un Chejov" me dio miedo: la sala no era tal sino más bien un espacio abierto en el que unas sillas y unos sofás para unas 15-20 personas esperaban al espectador en círculo, dejando un brevísimo espacio en medio en el que, intuíamos, se iba a representar la obra.

Una de las actrices estaba infiltrada entre nosotros y eso a mí, lo reconozco, me suele incomodar. Me temo que en cualquier momento voy a ser el objeto de una broma o de una pulla o de cualquier invitación a participar en algo que prefiero observar con distancia. Afortunadamente, no hubo nada de eso. La actriz, Miriam Montilla, interpreta a una aspirante a Nina, de "La Gaviota", de Chejov, y pocos segundos después llega la otra aspirante, en este caso, Andrea Trepat. 

Si Montilla está excelente en su papel de actriz venida a menos, con talento y recursos pero pocas oportunidades por su edad y las sucesivas oleadas de nuevos rostros, lo de Trepat es de escándalo desde el momento en el que aparece en el escenario improvisado. Hacer de buena actriz es complicado pero hacer de actriz ansiosa, con miedos, torpe, insegura y tremendamente ingenua sin que eso cante, sin exagerar, sin parecer tú misma ese tipo de actriz es aún más complicado y Andrea lo consigue a la perfección.

A partir de ahí, de la conexión entre las dos actrices, y gracias a un texto ágil, obra de María García de Oteyza y Rocío Literas, la obra va a más y acaba justo en el momento en el que tiene que acabar, apenas 40 minutos más tarde, en todo lo alto. No tendría sentido alargarlo. "Dos Ninas para un Chejov" no es una historia para actores o gente del teatro, sino que es accesible para cualquier espectador. No hace falta saber quién es Nina, ni qué es "La Gaviota" ni haber leído nada de Chejov antes. Es la lucha entre la ingenuidad y algo parecido al cinismo. Lo que viene y lo que se resiste a irse. Lo que no tiene por qué irse. Lo que ha triunfado en el cine y en la tele y ahora busca papeles imposibles en obras de teatro fugaces.

Lo triste de la historia, o al menos a mí me parece triste, es que incluso esta obrita, bien contada, excelentemente actuada y muy grata para el espectador, no tenga aún un sitio en las salas, ni siquiera las independientes. Claro que también es verdad que cada vez hay menos salas, porque cuesta dinero mantenerlas, porque las obras son deficitarias y porque la gente está muy perdida, más aún con el fenómeno microteatro, que se ha convertido en algo más parecido a un evento social que artístico. Por eso es complicado que una obra como esta tenga su espacio aunque se la merezca y por eso hay que decir bien alto que se la merece, para que se sepa.