domingo, junio 16, 2013

El segundo fin de semana en la Feria del Libro


Son las 14,30 y desde hace una hora casi no pasa gente. Es normal, ahí afuera se rondan los 40 grados y un sol de lo más desagradable. Madrid en su peor versión, que es siempre la del verano. Los que vinieron pronto, compraron; los que vinieron más tarde han debido de rendirse y no les culpo. Yo sigo ahí por si aparece alguien y de hecho vendo dos libros más en el tiempo de descuento, el que me pilla ya con la mochila al hombro. Gonzalo y Máximo se han ido. No he hablado mucho con ellos porque estaban en el otro lado de la caseta y yo andaba demasiado ocupado con los lectores, pero les he escuchado y me podría pasar una vida escuchándoles hablar de los últimos 30 años de baloncesto aproximadamente con cada grupito que se para a que les firmen su "Invasión o victoria", libro que yo mismo compré al principio de la Feria, cuando ni siquiera les conocía en persona.

No hay mucho que hacer, y Juan Carlos y María ya están recogiendo casi y preparándose para la tarde. Me han tratado muy bien, han sido unos anfitriones extraordinarios. Lo normal sería que yo ya me hubiera marchado también, a comer con la Chica Diploma y echarme una siesta, pero no puedo, estoy demasiado nervioso, demasiada adrenalina en el cuerpo como para dejarlo. Ganas incluso de pasarme por la tarde a ver qué pasa. Supongo que mucha gente no lo entiende pero para mí esto ha sido algo único, algo que puede que no se repita jamás, algo con lo que no soñaba hace seis meses desde luego, ni siquiera hace ocho días, cuando caminaba hacia la estatua del Ángel Caído y llamaba a mi novia para decirle: "Tengo miedo".

Porque, de alguna manera, tenía miedo. Miedo a decepcionar, supongo, como siempre. A que apuesten por mí y yo les devuelva cero libros firmados y toda la caseta se llene de bostezos. El libro llevaba siete meses casi a la venta, aunque fuera apenas sin distribución, nos habíamos ventilado dos ediciones... y media de la tercera, ¿qué opciones había de que de repente "Ganar es de horteras" resucitara? Muy pocas. Y, sin embargo, lo hizo. 62 libros firmados en 6 horas de Feria. Firmados y vendidos. Las ventas totales rondarán los 80-85 ejemplares si todo va bien esta tarde, que yo no estaré pero el libro sí. Desde fuera, es muy poco, es casi nada, porque ustedes están acostumbrados a Premios Planetas y colas de cientos de personas para que Frank de la Jungla les firme su libro.

Pero yo no soy Frank de la Jungla. Yo no firmo en la FNAC. De hecho, yo nunca he tenido un libro a la venta en la FNAC y no sé si lo tendré nunca. Puede que no. Hace seis años, tomando una caña con Luis Ramiro, me dijo algo muy sensato: "Ni mi disco ni tu libro pintan nada en la FNAC, estar ahí es solo una cuestión de ego". Tenía razón. Nuestro mundo es otro, es el del boca a boca, el de las redes sociales, el de hacer algo suficientemente bueno como para que no necesite publicidades artificiosas. Esa es la idea. Ustedes no entienden la alegría de cada firma, cada despistado convencido, cada amigo, cada ex alumno, cada familiar, cada estudiantil, atlético o madridista dispuesto a dejarse sus 13,50 euros en mi libro. No lo entienden porque la propaganda sigue como si nada, como si se siguiesen vendiendo miles de ejemplares de cada novela, ensayo, biografía...

No. Eso pasó. Ahora, por fin, el ambicioso plan en esta industria es sobrevivir y cada libro es un regalo. Así hay que verlo: cada libro vendido es un regalo, y si hay que estar media hora más muerto de calor o sonreír a todos los que pasan pese al dolor de piernas y aguantar de pie el tiempo que sea, se está. Porque, insisto, puede que no se repita nunca, no hay que dar nunca nada por hecho.

Las cosas se joden, siempre, cuando las das por hechas.