viernes, julio 12, 2013

All things must pass


Con todo acabado, toca elegir los recuerdos que irán a Madrid. De entrada, la esquela de El Diario Montañés y una foto que considero especial: mi padre en medio de un campo, con los brazos abiertos, pelo abundante al viento y apariencia de felicidad. Lo que transmite esa foto es la idea de libertad y con esa idea quiero quedarme. Además, a mi padre casi no se le ve, y eso me gusta, me gusta que sea pequeñito en la inmensidad de la hierba y refleja además la imagen difusa que yo mismo tengo de él, como si un primer plano realmente no tuviera mucho sentido.

Junto a la esquela y la foto, un tocadiscos y varios vinilos. Son para la boda. No para ponerlos en la boda sino para que sirvan de decoración, para que mi padre, de alguna manera, esté ahí con nosotros y no se me ocurre mejor recurso que su música, de las pocas cosas que él de verdad adoraba y cuya pasión sorprendía incluso a mi tío Pancho, que le dedica varias hojas en su libro "Más de 100 verdades". Como lo importante es el detalle, que se suele decir, no me he parado a elegir algo así como el top ten de sus discos favoritos, en parte porque lo desconozco. Me he quedado con los nombres que más me sonaban de sus conversaciones: John Mayall, Pink Floyd, Deep Purple, los Who a partir de "Quadrophenia" y sobre todo Frank Zappa, del que, ante la duda, he elegido dos.

Me sorprendió no encontrar ninguno de los Grateful Dead ni de Jerry García. El día que murió, yo estaba en Santander con él, aún era 1995 y la guerra no había estallado. Parecía afectado, puede que solo lo pareciera.

Aparte, me he llevado el "All things must pass", de George Harrison. Hasta donde yo sé, a mi padre nunca le gustaron especialmente los Beatles. Supongo que reconocía su talento pero no eran su estilo. Incluso los Rolling le parecían demasiado comerciales y de escoger algún grupo sesentero de éxito supongo que su elección serían los Doors, solo por Jim Morrison, sin demasiados entusiasmos. En cualquier caso, el vinilo estaba ahí y supongo que el atractivo de Harrison es precisamente el atractivo del "outsider" de pelo largo, es decir, del hombre que no es Paul McCartney. A mí me parece un título maravilloso en toda circunstancia y especialmente maravilloso en la circunstancia en la que estamos. "Todo debe pasar" y esto también, que diría OK Go, y de alguna manera, de nuevo, mis gustos y los de mi padre se unen en algún momento, que no es fácil.

Por lo demás, último día en Santander. Hoy tocaba Registro de la Propiedad y esta tarde mi madre me recoge y me lleva a La Revilla, entre el monte y el Cantábrico. Me ha chocado la incapacidad de todo el mundo para siquiera dar el pésame. Supongo que es una cuestión cultural, sin importancia, de robustos norteños, o puede, simplemente, que los amigos de mi padre tengan su misma dificultad para mostrar los sentimientos. Desde mi llegada al lunes, ni una sola persona ha sido capaz de decir "lo siento" o el clásico "te acompaño en el sentimiento". Sin embargo, varias han preguntado "¿Qué tal estás?" que es preferible con mucha diferencia y que es lo que he echado de menos en Madrid tantas veces.

Puede que en Madrid seamos más de apariencias y en Santander, más prácticos. Es complicado formular teorías a partir de algo tan concreto. El pico de todo esto llegó cuando, entrando en El Ventilador, y tras presentarme como hijo de Javi, uno de sus amigos me dijo: "Pensé que eras más alto, como él", ante lo cual solo pude contestar: "Bueno, pero no ha sido una gran decepción, ¿no? Quiero decir, que podrás seguir adelante". Todo esto con una sonrisa, claro, porque lo que me salía del cuerpo era estallarle el vaso en la cara y no procedía. Si era amigo de mi padre, claramente, no procedía, que el dolor va más allá de las palabras y desde luego nadie tiene la exclusiva.

Aunque pensar que al hijo algo le toca tampoco me parece un disparate.