lunes, julio 15, 2013

¿Y dónde estaban los periodistas todos estos años?



Permítanme que insista en la tercera gran crisis de este país, tras la económica y la política, es decir, la de los medios de comunicación. Es imposible, completamente imposible, que en este país todo el mundo se estuviera enriqueciendo, malversando fondos y abriendo cuentas en Suiza como si no hubiera un mañana sin que determinados periodistas lo supieran. Imposible. No hablo del pequeño redactor, el que va tras una noticia y se encuentra con una pared dentro y fuera de su periódico, sino de los de arriba, los que presumen de contactos, confidenciales, cenas en el Palacio Real a la luz de las velas...

¿No sabían nada? Miren, yo sé cosas pero no puedo probarlas. Como no puedo probarlas, entiendan que no las diga. Cosas que tienen que ver con presidentes -o presidentas- de Comunidades Autónomas chantajeando a medios digitales intercambiando elogios por publicidad institucional, controlando qué consejeros salen y qué consejeros no salen en sus noticias y marcando la línea editorial del periódico, un periódico, por lo demás, cuyo presidente estaba metido hasta arriba en la trama Gürtel, sección Castilla y León.

Yo no puedo probar eso, porque no tengo más que las instrucciones de mi director de entonces, pero, ¿por qué no lo dice él? Cuando alguien sale a pedir explicaciones y claridad y "anticiparse a la justicia", ¿por qué no habla de tertulianos comprados, de contratos inflados, del dinero de todos al servicio de la causa del partido o del gobierno de turno? Hablemos en serio: ¿Cuántos "expertos" hablan en la televisión después de cobrar de tal o cual partido? ¿Nunca les ha sorprendido que las mismas caras se repitan de cadena en cadena sin nada nuevo que aportar más que la defensa partisana de su señor?

El periodismo siempre ha vivido bajo presiones, pero al menos antes se vanagloriaba de sortearlas. "Cada mesa era un Vietnam", que cuenta Enric González en sus "Memorias líquidas". Ahora, ¿qué queda de eso? Un director de periódico que, cuando le dicen, cuenta lo que tenía que saber de antes, lo que era imposible que ignorara. Lo cuenta veinte años después: nunca cuando pasan las cosas sino cuando alguien decide que es el momento de que se sepan. Alguien con intereses que no tienen que ver con los de la sociedad, por supuesto. ¿Cómo fiarnos de lo que escuchamos, por qué hemos convertido esta profesión en un enorme circo en el que cuando no se puede tener un tertuliano amigo a mano directamente se convence a tal o cual cadena para que incluya en su mesa a un miembro de la ejecutiva?

A mí me gustaría decir basta, pero yo no soy nadie. Tengo al menos la libertad que este periódico que leen, el periódico que fundó Ortega y Gasset, el intelectual que alertaba ya en "Misión de la Universidad" de la preocupante malformación de los periodistas y de su aún más preocupante predicamento en la opinión pública, me otorga. Que digan basta los que de verdad pueden: los que tienen los datos, las pruebas, las conversaciones, la posibilidad de investigar aunque luego Movistar igual no te financie tu último proyecto... Que digan basta los lectores. Supongo que hay algo de hipocresía en criticar a los periodistas cuando ustedes me considerarán uno de ellos. Probablemente lo sea -el propio Ortega se enfrentaba a menudo al mismo dilema- pero ante todo soy un lector, porque yo escribo una columna a la semana pero leo diez al día. Diez que se repiten como lunes de invierno.

Digan basta ahora que pueden y no solo exijan a banqueros y políticos. Exijan a su periódico de referencia, a la radio que les gusta escuchar, a la cadena de televisión que disfraza la información de espectáculo. Pregúntenles por qué han estado callados todos estos años mientras el país se hundía y ellos se enamoraban. Pregunten los nombres de los que cobran por mentir y los que pagan porque mientan. No deben de ser pocos. Yo, como no tengo pruebas, he de callar, pero acuso, claro que acuso, y espero que alguna vez alguien sea más valiente que yo y directamente señale.
Artículo publicado originalmente en el diario El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"